Sobre el autor

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Puerto Rico (1986). Juris Doctor, Universidad de Puerto Rico. B.A. en Literatura Comparada, Universidad de Puerto Rico, Recinto Universitario de Mayagüez. Entre sus publicaciones destacan: Estoicismo profanado (2007), premiado por PEN Club de Puerto Rico y El imperio de los pájaros, (2011). Es columnista de la Revista Cruce y realiza estudios doctorales en Filosofía y letras en CEAPR. Se ha desempeñado como educador comunitario. Varias noches vagó por las calles de algún punto de la isla ofreciendo condones, jeriguillas limpias y pruebas de VIH.

Sobre mi poesía

“Echevarría Cabán reintroduce en el país una poesía indagatoria cuyo realismo imaginativo se encamina hacia una estética experiencial imaginística como posible paradigma de nuestra literatura más actual”

–Alberto Martínez Márquez


"Indudablemente, la poesía de Abdiel Echevarría es un reto a la normalidad de una conciencia tradicional"

–Rafael Colón Olivieri


viernes, agosto 16, 2013

Una herida al feminismo: recuperación y pérdida del cuerpo femenino mediante la configuración de la heoicidad fantasmática en el estado tanatológico


                               I.            La heroicidad fantasmática o regreso de Constance


     A veces hace falta recuperar el cuerpo entre los escombros del cuerpo… nos dice la poeta puertorriqueña Nicole Cecilia Delgado. En su afirmación subyace la presunción de un cuerpo deshecho no sabemos bajo qué condiciones y circunstancias. Cabría preguntarse si es precisamente el ejercicio de la mirada constituye la ruina de ese cuerpo, quizás obliterado bajo la invisibilidad de la significación simbólica se ha entretejido sobre éste. La hiperpresencia de significantes vacíos[1] que permiten su materialización, parece decirnos, Delgado, provoca su sepultura, o en palabras de la poeta lo reduce a escombros. Por ello, cuando un cuerpo se torna visible, su materialización indudablemente nos arroja al abismo de lo incierto, a una pérdida del sentido o al menos, eso afirma Judith Butler en su celebrado ensayo: Cuerpos que importan.[2] Asimismo, es importante destacar otro de los ensayos de la colección antes mencionada: Discutir lo real en el cual Butler problematiza la conceptualización ontológica del género y su relación con lo que el teórico Slavoj Zizek ha llamado lo real fantasmático, reflexiones acerca nuestras concepciones de lo real y la ideología provenientes de lo que Lacan denomina el Orden Real:
La obra reciente de Slavoj Zizek destaca que la promesa fantasmática de la identidad es un punto de unión dentro del discurso político y señala el carácter inevitable de la decepción. En este sentido, su obra abre un camino para concebir las afirmaciones de identidad como sitios fantasmáticos, sitios imposibles, y por lo tanto, sitios alternativamente irresistibles y decepcionantes.[3]
     El entronque entre la teoría de lo real fantasmático derivado el sicoanálisis lacaniano y las nociones sobre ideología de Louis Althusser es pertinente ya que, el filme se construye mediante el discurso del ser que se forma mediante el acto desear en el estadio de lo biopolítico. La secuencia fílmica inicia mientras David Gale, profesor de filosofía y activista abolicionista por la pena de muerte, ofrece una explicación a sus alumnos de la Teoría de Lacan sobre el deseo y sus implicaciones políticas y en la vida cotidiana. Suman a este posicionamiento, los cortes meta-diegéticos, como parte de la construcción discursiva que interrumpen  la secuencia retrospectiva del testimonio de Gale a la periodista Bitsy Bloom, con imágenes de palabras que funcionan como significantes sobre política y deseo.
     Estos planteamientos son necesarios para problematizar la figura de la mujer como una anti-heroína fantasmática y su relación con el cuerpo del delito. The Life of David Gale, es un filme que supone una recuperación del cuerpo femenino entre los escombros de su propia muerte y de ese sitio al cual se ha forcluido. Es decir, desde el afuera en que se concibe su no-identidad bajo la lógica del estado tanatopolítico[4]. Cabe señalar que ese estado tanatopolítico busca proteger el derecho a la vida mediante una práctica de muerte sobre cualquier otra vida que resulte una amenaza al cuerpo político. En este sentido como plantea Roberto Esposito el bíos de ese cuerpo se recorta artificialmente en zonas de distinto valor que somete a una parte a una violencia destructiva.[5] El cuerpo de Constance Haroway, la anti-heorína del filme,  adviene a la visibilidad mediante el desplazamiento de la vida. Su desplazamiento biopolítico como referente resulta en una multiplicación de los significantes en el sitio del referente perdido: el cuerpo-enfermo de cáncer que simula el delito, para aparecer como uno que toma la decisión de auto-inducirse  a una eutanasia en el afuera del orden simbólico de la ley. Hay en el desplazamiento de Constance una resistencia ante su des-valoración. De hecho, el cuerpo biopolítico de Constance presenta una práctica de la lógica tanatopolítica. Esposito nos explica, que las prácticas inmunitarias implican la autoaniquilación, cuando el sistema político de la comunidad se ve gravemente amenazado o infectado.[6] Me apropio de estas metáforas militares circunscritas a la tanatopolítica inmunizadora del nazismo para indicar que sucede similar en las lógicas del género. En este caso el cuerpo de la mujer ya invadido por el cáncer representa una amenaza contra sí mismo y como metáfora política contra el estado y su práctica sanitaria tanatopolítica. El contradiscurso del colectivo abolicionista parece emular dicha lógica autogenocida para plantear, al menos estéticamente, una parodia al panopticismo disciplinario del estado sobre los cuerpos.
     Por lo cual, me interesa comprender cuáles son los significantes que convierten a Constance Haroway en una anti-heroína fantasmática[7] en el contexto del estado tanatopolítico y su pertinente relación al feminismo jurídico de la igualdad. La heroína fantasmática de este filme, Constance Haroway, ocupa un no-lugar, un afuera que delimita los contornos de la discusión biopolítica acerca el derecho que monopoliza el estado de dejar morir o hacer vivir, como lo concibe Michel Foucault en su célebre Historia de la Sexualidad[8]. Su cuerpo, enfermo de cáncer en la sangre (leucemia)[9], Susan Sontag en, Illness And Its Metaphors, explica cómo las metáforas asociadas a la enfermedad plantean al cáncer en el perfil de las anti-heroínas femeninas:
The passive, affectless anti-hero who dominates contemporary American Fiction is a creature of regular routines or unfeeling debauch; not self-destructive but prudent; not moody, dashing, cruel, just dissociated. The ideal candidate, according to contemporary  mythology, for cancer.[10]
La sucesión de descripciones de Sontag son ilustrativas en cuanto a la capacidad de ilustrar a Constance como anti-heroína-fantasmática. Como consecuencia, esto añade otra metáfora al campo de significantes que entran en conflicto por afirmar a la mujer como sujeto de derecho vis á vis la imposibilidad de materializar al cuerpo sino mediante su cancelación como significante y amplía las exclusiones constitutivas de una ordenación eugenésica de la sociedad. Foucault nos dice:
El nazismo fue sin duda la combinación más ingenua y más astuta –esto por aquello- de las fantasías de la sangre con los paroxismos de un poder disciplinario. Una ordenación eugenésica de la sociedad, con lo que podría llevar consigo de extensión e intensificación de los micropoderes, so capa de una estatización ilimitada, iba acompañada por la exaltación onírica de una sangre superior; ésta implicaba el genocidio sistemático de los otros y el riesgo de exponerse a sí misma a un sacrificio total.[11]
 El cuerpo enfermo de Constance será el campo de batalla en el cual la de-valuación de su cuerpo político busca salvarse e inscribirse en la visibilidad política desde ese afuera que la somete a una ineludible práctica de la muerte mediante el suicidio. Propongo que dicha cancelación del cuerpo femenino se produce en su intento de concebirse como sujeto de derecho ya que, lo que se considera lo real, en el sentido de lo no simbolizable, siempre se relaciona con una esfera lingüística que autoriza y produce esa forclusión[12] y se materializa produciendo y vigilando las exclusiones constitutivas del orden de lo simbólico. El significante mujer es entonces negado y afirmado en su exclusión como cuerpo viviente. Sin duda esto es posible, al menos es mi propuesta, bajo la lógica del derecho de sobre la muerte y el poder sobre la vida, monopolizado por el Estado al cual se resiste el cuerpo viviente de Constance Haroway.
      Propongo, además, que el filme se construye a través de un discurso apologético en que el cuerpo femenino deviene campo de significantes, que establece una dialéctica entre salvaguardar la vida y validar las fronteras del poder de hacer morir o dejar vivir del Estado, cuyo resultado es su extinción. Como consecuencia, en términos biopolíticos, paradójicamente, el movimiento abolicionista de la pena de muerte, reproduce las dinámicas de poder del Estado tanatológico. ¿Cómo comprendemos dichos supuestos? Para adentrarnos en el debate que supone, las consideraciones ontológicas de la mujer se debaten con la episteme tanatológica del estado y las consideraciones estéticas del discurso narratológico del filme. El asidero en su propuesta política se crea por medio de la validación del poder estatal sobre el control de la vida y su reclamo por establecer la excepción en el hacer morir al posible cuerpo perpetrador del delito mediante el discurso de los derechos humanos.
     La fisura que esto provoca, a la luz de sus implicaciones epistemológicas, basadas en la intervención de una justa perspectiva de género, queda manifiesta a través del acto en que mujer-activista se constituye sujeto. Como resultado reta su valor como significante que “no existe en términos de sujeto de derecho”, sino como campo de batalla por el control de la vida bajo las lógicas del estado tanatológico. Este acto de resistencia produce la desestabilización de los significantes que su cuerpo sostiene y conduce a Constance Haroway a su muerte. La dualidad de significantes que eclosionan del cuerpo de Constance Haroway suponen siempre la extinción de un cuerpo enfermo. De hecho, su “catacresis” se viabiliza al concebir su cuerpo como uno que  hay que extirpar del discurso político.  El cuerpo político de nuestra heroína dialoga desde el imaginario-simbólico de la metáfora del cáncer y los testimonios. Es el cáncer el último ataque que se libra sobre el cuerpo de Constance y el detonante de su acto de afirmación en el suicidio.
     Constance Haroway, como he señalado, busca desplazar el poder estatal de hacer morir, en su propio cuerpo enfermo. Un cuerpo indeseable en nuestro imaginario estético-salubrista. Este acto de apoderamiento si bien intenta afirmar al cuerpo femenino como sujeto, reproduce la lógica tanatológica del estado. La meta del control de la vida necesita de la desaparición del cuerpo indócil y su metáfora equivalente a la enfermedad. El cuerpo-invadido o enfermo de cáncer de Constance materializa las metáforas militares del discurso político que Susan Sontag examina en su ensayo Illness And Its Metaphors, estas son las consideraciones dialécticas entre la ontología de ese cuerpo vivo que subyacen la epistemología tanatológica.[13] Sontag nos apostilla lo que me parece el vínculo intrínseco del cáncer de Constance con las dinámicas reguladoras del cuerpo político desde una perspectiva de lo real fantasmático:

Other distortions follow the extension of cancer images in more grandiose schemes of warfare. As TB was represented as the spiritualizing of consciousness, cancer is understood as the overwhelming or obliterating of consciousness (by a mindless It). In TB, you are eating yourself up, being refine, getting down to the core, the real you. In cancer, non-intelligent (“primitive”, “embryonic”, “atavistic”) cells are multiplying, and you are being replaced by the non-you. Inmunologists class the body’s cancer cells as “non-self”.[14]

     Este no-ser que describe Sontag nos recuerda a esa célebre frase de Freud que denominó a la mujer como “un continente oscuro” y  con ello la relegó a una otredad sobre lo primitivo. Cuando Constance logra afirmar el control de la muerte y desplazar la autoridad del estado que, se abroga ese derecho de dejar morir y hacer vivir, detona un acto de resistencia que no encuentra un lugar en el cual materializarse como discurso vivo. Por el contrario es un no-discurso, una gestualidad performativa-política, en la cual se avivan los significantes alrededor del cuerpo enfermo de Constance. En ello se constituye toda la geografía política de su heroicidad fantasmática. De hecho, el acto del testimonio fílmico es una afirmación de lo fantasmal de la promesa de la abolición de la pena de muerte. Es un meta-discurso, un myse en abyme en la narratología del filme. Dos diégesis son plausibles. El no lugar del testimonio fílmico del suicidio de Constance o la simulación de su asesinato y violación por Gale y los hechos narrativos en que la periodista Bitsy Bloom busca esclarecer sobre la muerte de Constance mediante el testimonio de Gale. En ambos, la figura de Constance es representada desde el afuera, el exterior fantasmático de su identidad es el significante vacío que sostiene la narratología del filme. La promesa de su retorno en el discurso político es la huella o el suplemento derridariano de su muerte. Su inserción en el discurso nunca se materializa sino por medio de la muerte o su no-existencia como acto de resistencia política. Su sacrificio le niega su agencia como sujeto de derecho para ser sacralizada como cuerpo administrado por el derecho de hacer morir del estado. El desplazamiento de sujeto/estado reconfigura el binario tanatológico y niega toda una biopolítica del hacer vivir sin plantear una práctica de la muerte como nos explica Roberto Esposito.
                            II.            ¿Por una estética de la muerte, o una parodia del panopticismo disciplinario?
     Ahora bien, las consideraciones estéticas o un análisis de forma narrativa del filme sugiere que es sólo por medio del testimonio que comprendemos el acto político-paródico que propone la simulación de la violación y asesinato de Constance Haroway; perpetrado su ex-compañero de trabajo en la Facultad de Filosofía y colaborador en Death Watch, la organización abolicionista para la cual ambos colaboran, David Gale.  Es decir, nos encontramos ante una reescritura dual  de la Apología de Sócrates encarnada en los cuerpos de David Gale (Héroe) y Constance Haroway (Heroína) excesivamente disociada a través de los supuestos del sicoanálisis lacaniano. La construcción del filme es asistido por la biopolítica que privilegia potenciar la vida en sustitución de la lógica del estado tanatológico.
      El filme construye su tesis primordial sobre el derecho a la vida por medio de parodiar su negación, como es la lógica del estado tanatológico, y burlar su poder de dejar vivir o hacer morir. Es en este sentido en que en su conjunto podemos comprender la fórmula política que plantea. Ahora bien, la parodia al panopticismo disciplinario es a su vez la afirmación de la implosión de significantes que reinscriben la lógica de la muerte sobre los sujetos de derecho que la ejecutan. La aparente materialización del cuerpo femenino-enfermo de la activista y profesora Constance Haroway, plantea la validación del sistema de la ley del padre en el Orden Simbólico estatal. Esta mímesis-apologética funciona a modo de parodia del panopticismo disciplinario de las estructuras sociales o los aparatos de poder del estado, el cual resulta determinante para inocuizar al sujeto hasta llevarlo a su extinción. Sin embargo, el acto subversivo de Constance fracasa en su impacto, ya que reproduce los mitos de la violación en busca de la exaltación del sacrificio de Gale. Recordemos que todo el filme es la narración testimonial del caso judicial en espera de la última apelación para eludir la pena de muerte de Gale. Su rol  como anti-héroe del estado disciplinario moderno perpetúa en su discurso narratológico la subalternidad de la heroína femenina y reinscribe la ley del padre, la ley del estado que monopoliza la muerte. De hecho, es Constance la cual desarrolla las estrategias políticas y Gale es su interlocutor en los debates televisivos sobre la pena de muerte.
     La excesiva visibilidad de Gale, socava la heoricidad de Constance, es ella el discurso de lo indecible, su cuerpo sólo habla mediante un acto de violencia contra sí mismo o mediante la recuperación de su cuerpo enfermo a través del testimonio del vídeo y la narración de Gale. La performatividad del acto política de Contance recuerda al acto de violencia inaugural de René Girad.[15] Es el sacrificio último y necesario para restaurar el estado civil. Sin embargo, es el mismo estado civil el cual controla el acto de la muerte. La audacia del sacrificio, aunque le ofrece el chivo expiatorio necesario al mismo tiempo ofrece la expiación necesaria, como el mismo Girad señala, para neutralizar la fuerza política de su gestualidad.
     Asimismo, las paradojas discursivas, hubiesen planteado la posibilidad de concebir una heroicidad comunitaria femenina sobre la base de la ética del cuidado que queda superpuesta o sugerida a lo largo de la narración fílmica. El filme juega con varios personajes masculinos y femeninos, es decir indistintamente su género, para mostrar la ética del cuidado de manera supletoria a la búsqueda de los ideales de la justicia. Es por esta razón que la figura del Héroe individual resaltada tanto en Gale como Haroway culminan en tragedia. El acto de sacrificio personal por el colectivo, no acaba de emancipar las lógicas de la muerte. Tampoco ofrecen un modelo alternativo y en ello radica su peso trágico.
     La tragedia de Constance Haroway al debatirse entre la extinción de su cuerpo enfermo por causas naturales (el cáncer) y su deber ético-político construye una heroicidad fantasmática que, aunque por una parte deja abierto el significante que promete el horizonte abolicionista, por otra revela su incapacidad para desligarse de las construcciones sociales en torno a la violencia contra la mujer que constituyen a la mujer como significante viabilizador de la estructura de la ley patriarcal o el estado tanatológico. Su intento de manifestarse como sujeto racional se diluye a través del cuerpo enfermo a punto de extinción como única vía de escape. En este sentido su heroicidad nos recuerda la heroicidad trágica de la Tragedia Ática, cual Antígona cuya causa trasciende la ley patriarcal en defensa de los valores éticos que su cuerpo busca materializar. 
      El debate entre lo justo y el cuidado de los seres humanos queda intrínsecamente diluido por la figura de Constance Haroway, Directora de la organización abolicionista. El cuerpo femenino se vuelve terreno de batalla por la lucha abolicionista de la pena de muerte y es la geografía política que aborda. El cuerpo que se plantea, sumamente inconexo en su representación, aparenta ser asexuado, ético y enfermo. A modo de metonimia parece representar las contradicciones discursivas del estado tanatológico. Es un cuerpo cuya amenaza política tiene que ser suprimida. En ese sentido el acto de apoderamiento de Constance, sumergido en esta lógica biopolítica, se lanza a la muerte. El punto de entronque entre el análisis feminista y el estado biopolítico queda sucinto al control de la vida y los cuerpos que la albergan. La mujer no como sujeto sino como cuerpo vivo es un terreno por el control de la vida sexual o la reproducción de la vida y el placer.

                         III.            Conclusiones: El significante abierto del cuerpo del delito en Constance
     En este trabajo he concentrados mis esfuerzos por dilucidar cuáles son las implicaciones biopolíticas del acto de resistencia-suicidio de Constance Haroway y su plan para simular su homicidio y con ello llevar a la pena de muerte a David Gale. Con esto, se materializa lo que René Girad sugiere sobre la aparición de la comunidad a través de un acto de violencia en el cual se sacrifica a un inocente. Ambos encarnan el perfil del anti-héroe moderno. Los teóricos examinados particularmente, Girad y Esposito nos describen la lógica de la tanatopolítica a la cual responde el acto-político que podría a primera vista comprenderse como subversivo. La víctima, para Girad aparece como el bien y el mal, lo pacífico y lo violento; emerge a la vida que trae la muerte y como muerte que asegura la vida. Esta es en definitiva la lógica tanatopolítica de los estados modernos. En este sentido Constance no puede escapar a los significantes que la instituyen como una otredad. He decidido llamar a su acto de heroicidad, heroicidad fantasmática, para discutir cuáles son los significantes inaugurales que permitirían la posibilidad de articular lo político desde lo inmanente que queda del acto de sacrificio de Constance. Constance es un referente del cual se deslindan significantes. El referente de un enunciado performativo que se manifiesta a través de una acción, que requiere y de la cual participa el enunciado performativo mismo. Su alteridad garantiza un índice direccional y una des-identificación necesaria para para plantear otra trinchera que reagrupa lo político. Su cuerpo biopolítico plantea el desplazamiento y con ello supone una categorización abierta que es su herencia fantasmática. El acto de violencia discursiva que la deja en la otredad, es el mismo que atrajo nuestra atención y por el cual se manifiesta su retorno para cuestionar el lugar o el no lugar en que se debe o puede discutir lo político. A fin de cuentas, las categorías son la promesa fantamal de la imposibilidad de lo simbolizable por medio de la identidad. Podríamos plantear que Gale en su excesiva visibilidad es al mismo tiempo otro fantasma. La herida queda abierta y vivir la contingencia, parece decirnos la voz de ultratumba de constance, que tenemos que aprender a vivir la contingencia para articular la oposición política. A fin de cuentas, todos somos Constance.







[1] Zizek sostiene que el significante puro, vacío de toda significación semántico es el momento ideológico, el evento
discursivo que totaliza una ideología al detener el deslizamiento metonímico de su significado. Zizek sostiene que estos términos no refieren, sino que actúan retóricamente para producir el fenómeno que enuncian: […] Judith Butler. “Discutir lo real” Cuerpos que importan. A la pág. 293-294.

[2] Judith Butler. Cuerpos que importan. A la pág. 53-94; 267-311.
[3] Butler. A la pág. 269.

[4] Como se sabe, esta fusión entre lenguaje político y lenguaje biomédico tiene una larga historia –basta pensar en la milenaria duración de la metáfora del “cuerpo político” o en los términos políticos de origen biológico como nación o constitución. Pero el doble proceso cruzado de politización de la vida y la biologización de la política que se despliega a partir del inicio del siglo XX tiene otras consecuencias bien diferentes. No sólo porque pone la vida cada vez más en el centro del juego político, sino porque bajo ciertas condiciones, llega a invertir este vector biopolítico, sino porque, bajo ciertas condiciones, llega a invertir este vector biopolítico en su opuesto tanatopolítico –vinculando la lucha por la vida con una práctica de muerte. Este resultado estaba ya, de algún modo, implícito en eso que yo he definido como el paradigma inmunitario de la política moderna, entendiendo por tal la tendencia, cada vez más poderosa, a proteger la vida de los riesgos implícitos en la relación entre hombres a costa de las extinción de los vínculos comunitarios, -como por ejemplo, prescribe Hobbes. Roberto Esposito. Comunidad, inmunidad y biopolítica. A la pág. 129.
[5] Ibid. A la pág. 130.

[6] Con la guerra perdida y con los rusos a pocos kilómetros del búnker, los posibles portadores eran ya todos. Aquí el paradigma inmunitario de la biopolítica nazi alcanza la cima de su furia autogenocida. Tal como sucede en la enfermedad autoinmune más devastadora, el potencial defensivo del sistema inmunitario crece hasta el punto de volverse contra sí mismo. El único resultado posible entonces es la destrución generalizada. Esposito. A la pág. 152.

[7] La anti-heroína fantasmática, como he decidido, denominarla para propósitos de este ensayo responde a las mismas dinámicas de la heroicidad moderna pero entendida en el marco de las teorías de Butler, Lacan y Zizek. No obstante, comprendida en el marco de lo real fantasmático. La heroicidad fantasmática es un punto nodal que designa un principio contingente y de organización abierta para la performatividad  política. La investidura fantasmática sólo puede invariablemente de la decepción y la desidentificación. Es en este sentido en que se configura su matiz trágico. La anti-heroína-fantasmática es en efecto un significante vacío en el cual colisionan otros para mantener su promesa de horizonte político. 
[8] Se mata legítimamente a quienes significan para los demás una especie de peligro biológico. Podría decirse que el viejo derecho de hacer morir o dejar vivir fue reemplazado por el poder de hacer vivir o de rechazar hacia la muerte. Michel Foucault. Historia de la sexualidad. Tomo I. A la pag. 167.

[9] To describe a phenomenon as a cancer is an incitement of violence. The use of cancer in political discourse encourages fatalism and justifies “severe” measures –as well as strongly reinforcing the widespread notion that the disease is fatal. While disease metaphors are never innocent, it could be argued that the cancer metaphor is a worst case: implicitly genocidal. Susan Sontag. Illness and its metaphor. A la pág. 84.

[10] Sontag. A la pág. 46.
[11] Foucault. A la pág. 181.

[12] Lo que se considera lo “real”, en el sentido de lo no simbolizable, siempre se relaciona con una esfera lingüística que autoriza y produce esa forclusión y logra ese efecto produciendo y vigilando una serie de exclusiones constitutivas. Butler. A la pág. 293.
[13] Hobbe’s view is anything but fatalistic. Rulers have the responsibility and the ability (through reason) to control disorder. For Hobbe’s murder (“external violence”) is the only “natural” way for a society or institution to die. To perish from internal disorder –analogized to a disease –is suicide, something quite preventable: an act of will or, rather, a failure of will (that is, of reason).  Sontag. A la pág. 78.

[14] Sontag. A la pág. 67.
[15] En su papel de agente diferenciador, la víctima subrogada logra salvar a la comunidad de la violencia final y destructiva de todos contra todos. Logra a su vez distinguirse, para los demás, como el objeto del deseo, el mismo que pasa a ser imitado y consagrado en el ritual. Luis Felipe Díaz. Modernidad, postmodernidad y tecnocultura. A la pág. 310. 

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