Sobre el autor

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Puerto Rico (1986). Juris Doctor, Universidad de Puerto Rico. B.A. en Literatura Comparada, Universidad de Puerto Rico, Recinto Universitario de Mayagüez. Entre sus publicaciones destacan: Estoicismo profanado (2007), premiado por PEN Club de Puerto Rico y El imperio de los pájaros, (2011). Es columnista de la Revista Cruce y realiza estudios doctorales en Filosofía y letras en CEAPR. Se ha desempeñado como educador comunitario. Varias noches vagó por las calles de algún punto de la isla ofreciendo condones, jeriguillas limpias y pruebas de VIH.

Sobre mi poesía

“Echevarría Cabán reintroduce en el país una poesía indagatoria cuyo realismo imaginativo se encamina hacia una estética experiencial imaginística como posible paradigma de nuestra literatura más actual”

–Alberto Martínez Márquez


"Indudablemente, la poesía de Abdiel Echevarría es un reto a la normalidad de una conciencia tradicional"

–Rafael Colón Olivieri


viernes, agosto 16, 2013

Credo Parasídico

Escrito en colaboración con Sor Gomorra de las Mercedes y por Sor Sata de los Orificios Gloriosos, de las hermanas LGBTQ Descalzas, en exclusiva para 69 Grados.

Toda una industria se nutre de la epidemia del VIH-SIDA.  Esta industria no sólo está compuesta por farmacéuticas y por profesionales de la salud, la constituye toda una larga ristra de activistas, web-masters de páginas gay, directores de clínicas, promotores de salud, dirigentes de agencias contra el sida o pro gay, dueños de magazines, directores de ferias de cine lésbico, organizadores de paradas, escritores de propuestas y trabajadores de ONGs.  Son una especie de clero profesional parasítico, algo así como una curia sídica.  Son los nuevos sacerdotes y sacerdotisas del SIDA, y como buenos clérigos, viven en la opulencia de los hoteles, del CDC, de las marchas interminables, sin marchar.  La mayoría no tiene SIDA.  Son burócratas asalariados que administran las migajas de salud que tiran al suelo el gobierno de los Estados Unidos y sus fundaciones.  Su verdadera religión es el puritanismo asalariado.  Le tienen la guerra declarada al sexo y al placer.  Están montados en un avión todo el tiempo y son invitados con todos los gastos pagos a todos los congresos habidos y por haber, siempre y cuando estén relacionados con algo que tenga que ver con sida. En vez de Biblias distribuyen condones.

Sus parroquias son las organizaciones sin fines de lucro que operan como sistemas piramidales de poder, muchas incluso pactan acuerdos de no agresión hacia las políticas públicas del Estado homofóbico y heterosexista. Son los hongos que germinan de los desechos humanos, el reino fungi haciendo reverencia al credo de los filisteos.  La construcción de estas pirámides capitalistas, elevan el trono faraónico, y los moisés libertarios no sólo golpean dos veces la piedra, dudando de su propia fe, sino que la pulverizan hasta deshacerse… Viven de la explotación de la enfermedad y de la explotación de sus empleados, arrojando a las catacumbas la disidencia.  Construyen un sistema inquisitorial, replican el modus operandi del virus, destruyen sus propios sistemas de inmunización auto-inmunizándose mental y sexualmente. Con el evangelio emancipador de los derechos humanos van maridando al derecho canónico con el derecho romano, y hasta el usufructo vidual han logrado extraer para su retiro. Su activismo mediático es parecido al pastorado tele-evangelístico.  Estos misioneros del SIDA se la pasan las horas muertas faranduleando. La imagen y espectáculo suben a escena, Freire aparece colgado a la pared, ahorcado ante una muchedumbre de fotógrafos.

Una herida al feminismo: recuperación y pérdida del cuerpo femenino mediante la configuración de la heoicidad fantasmática en el estado tanatológico


                               I.            La heroicidad fantasmática o regreso de Constance


     A veces hace falta recuperar el cuerpo entre los escombros del cuerpo… nos dice la poeta puertorriqueña Nicole Cecilia Delgado. En su afirmación subyace la presunción de un cuerpo deshecho no sabemos bajo qué condiciones y circunstancias. Cabría preguntarse si es precisamente el ejercicio de la mirada constituye la ruina de ese cuerpo, quizás obliterado bajo la invisibilidad de la significación simbólica se ha entretejido sobre éste. La hiperpresencia de significantes vacíos[1] que permiten su materialización, parece decirnos, Delgado, provoca su sepultura, o en palabras de la poeta lo reduce a escombros. Por ello, cuando un cuerpo se torna visible, su materialización indudablemente nos arroja al abismo de lo incierto, a una pérdida del sentido o al menos, eso afirma Judith Butler en su celebrado ensayo: Cuerpos que importan.[2] Asimismo, es importante destacar otro de los ensayos de la colección antes mencionada: Discutir lo real en el cual Butler problematiza la conceptualización ontológica del género y su relación con lo que el teórico Slavoj Zizek ha llamado lo real fantasmático, reflexiones acerca nuestras concepciones de lo real y la ideología provenientes de lo que Lacan denomina el Orden Real:
La obra reciente de Slavoj Zizek destaca que la promesa fantasmática de la identidad es un punto de unión dentro del discurso político y señala el carácter inevitable de la decepción. En este sentido, su obra abre un camino para concebir las afirmaciones de identidad como sitios fantasmáticos, sitios imposibles, y por lo tanto, sitios alternativamente irresistibles y decepcionantes.[3]
     El entronque entre la teoría de lo real fantasmático derivado el sicoanálisis lacaniano y las nociones sobre ideología de Louis Althusser es pertinente ya que, el filme se construye mediante el discurso del ser que se forma mediante el acto desear en el estadio de lo biopolítico. La secuencia fílmica inicia mientras David Gale, profesor de filosofía y activista abolicionista por la pena de muerte, ofrece una explicación a sus alumnos de la Teoría de Lacan sobre el deseo y sus implicaciones políticas y en la vida cotidiana. Suman a este posicionamiento, los cortes meta-diegéticos, como parte de la construcción discursiva que interrumpen  la secuencia retrospectiva del testimonio de Gale a la periodista Bitsy Bloom, con imágenes de palabras que funcionan como significantes sobre política y deseo.
     Estos planteamientos son necesarios para problematizar la figura de la mujer como una anti-heroína fantasmática y su relación con el cuerpo del delito. The Life of David Gale, es un filme que supone una recuperación del cuerpo femenino entre los escombros de su propia muerte y de ese sitio al cual se ha forcluido. Es decir, desde el afuera en que se concibe su no-identidad bajo la lógica del estado tanatopolítico[4]. Cabe señalar que ese estado tanatopolítico busca proteger el derecho a la vida mediante una práctica de muerte sobre cualquier otra vida que resulte una amenaza al cuerpo político. En este sentido como plantea Roberto Esposito el bíos de ese cuerpo se recorta artificialmente en zonas de distinto valor que somete a una parte a una violencia destructiva.[5] El cuerpo de Constance Haroway, la anti-heorína del filme,  adviene a la visibilidad mediante el desplazamiento de la vida. Su desplazamiento biopolítico como referente resulta en una multiplicación de los significantes en el sitio del referente perdido: el cuerpo-enfermo de cáncer que simula el delito, para aparecer como uno que toma la decisión de auto-inducirse  a una eutanasia en el afuera del orden simbólico de la ley. Hay en el desplazamiento de Constance una resistencia ante su des-valoración. De hecho, el cuerpo biopolítico de Constance presenta una práctica de la lógica tanatopolítica. Esposito nos explica, que las prácticas inmunitarias implican la autoaniquilación, cuando el sistema político de la comunidad se ve gravemente amenazado o infectado.[6] Me apropio de estas metáforas militares circunscritas a la tanatopolítica inmunizadora del nazismo para indicar que sucede similar en las lógicas del género. En este caso el cuerpo de la mujer ya invadido por el cáncer representa una amenaza contra sí mismo y como metáfora política contra el estado y su práctica sanitaria tanatopolítica. El contradiscurso del colectivo abolicionista parece emular dicha lógica autogenocida para plantear, al menos estéticamente, una parodia al panopticismo disciplinario del estado sobre los cuerpos.
     Por lo cual, me interesa comprender cuáles son los significantes que convierten a Constance Haroway en una anti-heroína fantasmática[7] en el contexto del estado tanatopolítico y su pertinente relación al feminismo jurídico de la igualdad. La heroína fantasmática de este filme, Constance Haroway, ocupa un no-lugar, un afuera que delimita los contornos de la discusión biopolítica acerca el derecho que monopoliza el estado de dejar morir o hacer vivir, como lo concibe Michel Foucault en su célebre Historia de la Sexualidad[8]. Su cuerpo, enfermo de cáncer en la sangre (leucemia)[9], Susan Sontag en, Illness And Its Metaphors, explica cómo las metáforas asociadas a la enfermedad plantean al cáncer en el perfil de las anti-heroínas femeninas:
The passive, affectless anti-hero who dominates contemporary American Fiction is a creature of regular routines or unfeeling debauch; not self-destructive but prudent; not moody, dashing, cruel, just dissociated. The ideal candidate, according to contemporary  mythology, for cancer.[10]
La sucesión de descripciones de Sontag son ilustrativas en cuanto a la capacidad de ilustrar a Constance como anti-heroína-fantasmática. Como consecuencia, esto añade otra metáfora al campo de significantes que entran en conflicto por afirmar a la mujer como sujeto de derecho vis á vis la imposibilidad de materializar al cuerpo sino mediante su cancelación como significante y amplía las exclusiones constitutivas de una ordenación eugenésica de la sociedad. Foucault nos dice:
El nazismo fue sin duda la combinación más ingenua y más astuta –esto por aquello- de las fantasías de la sangre con los paroxismos de un poder disciplinario. Una ordenación eugenésica de la sociedad, con lo que podría llevar consigo de extensión e intensificación de los micropoderes, so capa de una estatización ilimitada, iba acompañada por la exaltación onírica de una sangre superior; ésta implicaba el genocidio sistemático de los otros y el riesgo de exponerse a sí misma a un sacrificio total.[11]
 El cuerpo enfermo de Constance será el campo de batalla en el cual la de-valuación de su cuerpo político busca salvarse e inscribirse en la visibilidad política desde ese afuera que la somete a una ineludible práctica de la muerte mediante el suicidio. Propongo que dicha cancelación del cuerpo femenino se produce en su intento de concebirse como sujeto de derecho ya que, lo que se considera lo real, en el sentido de lo no simbolizable, siempre se relaciona con una esfera lingüística que autoriza y produce esa forclusión[12] y se materializa produciendo y vigilando las exclusiones constitutivas del orden de lo simbólico. El significante mujer es entonces negado y afirmado en su exclusión como cuerpo viviente. Sin duda esto es posible, al menos es mi propuesta, bajo la lógica del derecho de sobre la muerte y el poder sobre la vida, monopolizado por el Estado al cual se resiste el cuerpo viviente de Constance Haroway.
      Propongo, además, que el filme se construye a través de un discurso apologético en que el cuerpo femenino deviene campo de significantes, que establece una dialéctica entre salvaguardar la vida y validar las fronteras del poder de hacer morir o dejar vivir del Estado, cuyo resultado es su extinción. Como consecuencia, en términos biopolíticos, paradójicamente, el movimiento abolicionista de la pena de muerte, reproduce las dinámicas de poder del Estado tanatológico. ¿Cómo comprendemos dichos supuestos? Para adentrarnos en el debate que supone, las consideraciones ontológicas de la mujer se debaten con la episteme tanatológica del estado y las consideraciones estéticas del discurso narratológico del filme. El asidero en su propuesta política se crea por medio de la validación del poder estatal sobre el control de la vida y su reclamo por establecer la excepción en el hacer morir al posible cuerpo perpetrador del delito mediante el discurso de los derechos humanos.
     La fisura que esto provoca, a la luz de sus implicaciones epistemológicas, basadas en la intervención de una justa perspectiva de género, queda manifiesta a través del acto en que mujer-activista se constituye sujeto. Como resultado reta su valor como significante que “no existe en términos de sujeto de derecho”, sino como campo de batalla por el control de la vida bajo las lógicas del estado tanatológico. Este acto de resistencia produce la desestabilización de los significantes que su cuerpo sostiene y conduce a Constance Haroway a su muerte. La dualidad de significantes que eclosionan del cuerpo de Constance Haroway suponen siempre la extinción de un cuerpo enfermo. De hecho, su “catacresis” se viabiliza al concebir su cuerpo como uno que  hay que extirpar del discurso político.  El cuerpo político de nuestra heroína dialoga desde el imaginario-simbólico de la metáfora del cáncer y los testimonios. Es el cáncer el último ataque que se libra sobre el cuerpo de Constance y el detonante de su acto de afirmación en el suicidio.
     Constance Haroway, como he señalado, busca desplazar el poder estatal de hacer morir, en su propio cuerpo enfermo. Un cuerpo indeseable en nuestro imaginario estético-salubrista. Este acto de apoderamiento si bien intenta afirmar al cuerpo femenino como sujeto, reproduce la lógica tanatológica del estado. La meta del control de la vida necesita de la desaparición del cuerpo indócil y su metáfora equivalente a la enfermedad. El cuerpo-invadido o enfermo de cáncer de Constance materializa las metáforas militares del discurso político que Susan Sontag examina en su ensayo Illness And Its Metaphors, estas son las consideraciones dialécticas entre la ontología de ese cuerpo vivo que subyacen la epistemología tanatológica.[13] Sontag nos apostilla lo que me parece el vínculo intrínseco del cáncer de Constance con las dinámicas reguladoras del cuerpo político desde una perspectiva de lo real fantasmático:

Other distortions follow the extension of cancer images in more grandiose schemes of warfare. As TB was represented as the spiritualizing of consciousness, cancer is understood as the overwhelming or obliterating of consciousness (by a mindless It). In TB, you are eating yourself up, being refine, getting down to the core, the real you. In cancer, non-intelligent (“primitive”, “embryonic”, “atavistic”) cells are multiplying, and you are being replaced by the non-you. Inmunologists class the body’s cancer cells as “non-self”.[14]

     Este no-ser que describe Sontag nos recuerda a esa célebre frase de Freud que denominó a la mujer como “un continente oscuro” y  con ello la relegó a una otredad sobre lo primitivo. Cuando Constance logra afirmar el control de la muerte y desplazar la autoridad del estado que, se abroga ese derecho de dejar morir y hacer vivir, detona un acto de resistencia que no encuentra un lugar en el cual materializarse como discurso vivo. Por el contrario es un no-discurso, una gestualidad performativa-política, en la cual se avivan los significantes alrededor del cuerpo enfermo de Constance. En ello se constituye toda la geografía política de su heroicidad fantasmática. De hecho, el acto del testimonio fílmico es una afirmación de lo fantasmal de la promesa de la abolición de la pena de muerte. Es un meta-discurso, un myse en abyme en la narratología del filme. Dos diégesis son plausibles. El no lugar del testimonio fílmico del suicidio de Constance o la simulación de su asesinato y violación por Gale y los hechos narrativos en que la periodista Bitsy Bloom busca esclarecer sobre la muerte de Constance mediante el testimonio de Gale. En ambos, la figura de Constance es representada desde el afuera, el exterior fantasmático de su identidad es el significante vacío que sostiene la narratología del filme. La promesa de su retorno en el discurso político es la huella o el suplemento derridariano de su muerte. Su inserción en el discurso nunca se materializa sino por medio de la muerte o su no-existencia como acto de resistencia política. Su sacrificio le niega su agencia como sujeto de derecho para ser sacralizada como cuerpo administrado por el derecho de hacer morir del estado. El desplazamiento de sujeto/estado reconfigura el binario tanatológico y niega toda una biopolítica del hacer vivir sin plantear una práctica de la muerte como nos explica Roberto Esposito.
                            II.            ¿Por una estética de la muerte, o una parodia del panopticismo disciplinario?
     Ahora bien, las consideraciones estéticas o un análisis de forma narrativa del filme sugiere que es sólo por medio del testimonio que comprendemos el acto político-paródico que propone la simulación de la violación y asesinato de Constance Haroway; perpetrado su ex-compañero de trabajo en la Facultad de Filosofía y colaborador en Death Watch, la organización abolicionista para la cual ambos colaboran, David Gale.  Es decir, nos encontramos ante una reescritura dual  de la Apología de Sócrates encarnada en los cuerpos de David Gale (Héroe) y Constance Haroway (Heroína) excesivamente disociada a través de los supuestos del sicoanálisis lacaniano. La construcción del filme es asistido por la biopolítica que privilegia potenciar la vida en sustitución de la lógica del estado tanatológico.
      El filme construye su tesis primordial sobre el derecho a la vida por medio de parodiar su negación, como es la lógica del estado tanatológico, y burlar su poder de dejar vivir o hacer morir. Es en este sentido en que en su conjunto podemos comprender la fórmula política que plantea. Ahora bien, la parodia al panopticismo disciplinario es a su vez la afirmación de la implosión de significantes que reinscriben la lógica de la muerte sobre los sujetos de derecho que la ejecutan. La aparente materialización del cuerpo femenino-enfermo de la activista y profesora Constance Haroway, plantea la validación del sistema de la ley del padre en el Orden Simbólico estatal. Esta mímesis-apologética funciona a modo de parodia del panopticismo disciplinario de las estructuras sociales o los aparatos de poder del estado, el cual resulta determinante para inocuizar al sujeto hasta llevarlo a su extinción. Sin embargo, el acto subversivo de Constance fracasa en su impacto, ya que reproduce los mitos de la violación en busca de la exaltación del sacrificio de Gale. Recordemos que todo el filme es la narración testimonial del caso judicial en espera de la última apelación para eludir la pena de muerte de Gale. Su rol  como anti-héroe del estado disciplinario moderno perpetúa en su discurso narratológico la subalternidad de la heroína femenina y reinscribe la ley del padre, la ley del estado que monopoliza la muerte. De hecho, es Constance la cual desarrolla las estrategias políticas y Gale es su interlocutor en los debates televisivos sobre la pena de muerte.
     La excesiva visibilidad de Gale, socava la heoricidad de Constance, es ella el discurso de lo indecible, su cuerpo sólo habla mediante un acto de violencia contra sí mismo o mediante la recuperación de su cuerpo enfermo a través del testimonio del vídeo y la narración de Gale. La performatividad del acto política de Contance recuerda al acto de violencia inaugural de René Girad.[15] Es el sacrificio último y necesario para restaurar el estado civil. Sin embargo, es el mismo estado civil el cual controla el acto de la muerte. La audacia del sacrificio, aunque le ofrece el chivo expiatorio necesario al mismo tiempo ofrece la expiación necesaria, como el mismo Girad señala, para neutralizar la fuerza política de su gestualidad.
     Asimismo, las paradojas discursivas, hubiesen planteado la posibilidad de concebir una heroicidad comunitaria femenina sobre la base de la ética del cuidado que queda superpuesta o sugerida a lo largo de la narración fílmica. El filme juega con varios personajes masculinos y femeninos, es decir indistintamente su género, para mostrar la ética del cuidado de manera supletoria a la búsqueda de los ideales de la justicia. Es por esta razón que la figura del Héroe individual resaltada tanto en Gale como Haroway culminan en tragedia. El acto de sacrificio personal por el colectivo, no acaba de emancipar las lógicas de la muerte. Tampoco ofrecen un modelo alternativo y en ello radica su peso trágico.
     La tragedia de Constance Haroway al debatirse entre la extinción de su cuerpo enfermo por causas naturales (el cáncer) y su deber ético-político construye una heroicidad fantasmática que, aunque por una parte deja abierto el significante que promete el horizonte abolicionista, por otra revela su incapacidad para desligarse de las construcciones sociales en torno a la violencia contra la mujer que constituyen a la mujer como significante viabilizador de la estructura de la ley patriarcal o el estado tanatológico. Su intento de manifestarse como sujeto racional se diluye a través del cuerpo enfermo a punto de extinción como única vía de escape. En este sentido su heroicidad nos recuerda la heroicidad trágica de la Tragedia Ática, cual Antígona cuya causa trasciende la ley patriarcal en defensa de los valores éticos que su cuerpo busca materializar. 
      El debate entre lo justo y el cuidado de los seres humanos queda intrínsecamente diluido por la figura de Constance Haroway, Directora de la organización abolicionista. El cuerpo femenino se vuelve terreno de batalla por la lucha abolicionista de la pena de muerte y es la geografía política que aborda. El cuerpo que se plantea, sumamente inconexo en su representación, aparenta ser asexuado, ético y enfermo. A modo de metonimia parece representar las contradicciones discursivas del estado tanatológico. Es un cuerpo cuya amenaza política tiene que ser suprimida. En ese sentido el acto de apoderamiento de Constance, sumergido en esta lógica biopolítica, se lanza a la muerte. El punto de entronque entre el análisis feminista y el estado biopolítico queda sucinto al control de la vida y los cuerpos que la albergan. La mujer no como sujeto sino como cuerpo vivo es un terreno por el control de la vida sexual o la reproducción de la vida y el placer.

                         III.            Conclusiones: El significante abierto del cuerpo del delito en Constance
     En este trabajo he concentrados mis esfuerzos por dilucidar cuáles son las implicaciones biopolíticas del acto de resistencia-suicidio de Constance Haroway y su plan para simular su homicidio y con ello llevar a la pena de muerte a David Gale. Con esto, se materializa lo que René Girad sugiere sobre la aparición de la comunidad a través de un acto de violencia en el cual se sacrifica a un inocente. Ambos encarnan el perfil del anti-héroe moderno. Los teóricos examinados particularmente, Girad y Esposito nos describen la lógica de la tanatopolítica a la cual responde el acto-político que podría a primera vista comprenderse como subversivo. La víctima, para Girad aparece como el bien y el mal, lo pacífico y lo violento; emerge a la vida que trae la muerte y como muerte que asegura la vida. Esta es en definitiva la lógica tanatopolítica de los estados modernos. En este sentido Constance no puede escapar a los significantes que la instituyen como una otredad. He decidido llamar a su acto de heroicidad, heroicidad fantasmática, para discutir cuáles son los significantes inaugurales que permitirían la posibilidad de articular lo político desde lo inmanente que queda del acto de sacrificio de Constance. Constance es un referente del cual se deslindan significantes. El referente de un enunciado performativo que se manifiesta a través de una acción, que requiere y de la cual participa el enunciado performativo mismo. Su alteridad garantiza un índice direccional y una des-identificación necesaria para para plantear otra trinchera que reagrupa lo político. Su cuerpo biopolítico plantea el desplazamiento y con ello supone una categorización abierta que es su herencia fantasmática. El acto de violencia discursiva que la deja en la otredad, es el mismo que atrajo nuestra atención y por el cual se manifiesta su retorno para cuestionar el lugar o el no lugar en que se debe o puede discutir lo político. A fin de cuentas, las categorías son la promesa fantamal de la imposibilidad de lo simbolizable por medio de la identidad. Podríamos plantear que Gale en su excesiva visibilidad es al mismo tiempo otro fantasma. La herida queda abierta y vivir la contingencia, parece decirnos la voz de ultratumba de constance, que tenemos que aprender a vivir la contingencia para articular la oposición política. A fin de cuentas, todos somos Constance.







[1] Zizek sostiene que el significante puro, vacío de toda significación semántico es el momento ideológico, el evento
discursivo que totaliza una ideología al detener el deslizamiento metonímico de su significado. Zizek sostiene que estos términos no refieren, sino que actúan retóricamente para producir el fenómeno que enuncian: […] Judith Butler. “Discutir lo real” Cuerpos que importan. A la pág. 293-294.

[2] Judith Butler. Cuerpos que importan. A la pág. 53-94; 267-311.
[3] Butler. A la pág. 269.

[4] Como se sabe, esta fusión entre lenguaje político y lenguaje biomédico tiene una larga historia –basta pensar en la milenaria duración de la metáfora del “cuerpo político” o en los términos políticos de origen biológico como nación o constitución. Pero el doble proceso cruzado de politización de la vida y la biologización de la política que se despliega a partir del inicio del siglo XX tiene otras consecuencias bien diferentes. No sólo porque pone la vida cada vez más en el centro del juego político, sino porque bajo ciertas condiciones, llega a invertir este vector biopolítico, sino porque, bajo ciertas condiciones, llega a invertir este vector biopolítico en su opuesto tanatopolítico –vinculando la lucha por la vida con una práctica de muerte. Este resultado estaba ya, de algún modo, implícito en eso que yo he definido como el paradigma inmunitario de la política moderna, entendiendo por tal la tendencia, cada vez más poderosa, a proteger la vida de los riesgos implícitos en la relación entre hombres a costa de las extinción de los vínculos comunitarios, -como por ejemplo, prescribe Hobbes. Roberto Esposito. Comunidad, inmunidad y biopolítica. A la pág. 129.
[5] Ibid. A la pág. 130.

[6] Con la guerra perdida y con los rusos a pocos kilómetros del búnker, los posibles portadores eran ya todos. Aquí el paradigma inmunitario de la biopolítica nazi alcanza la cima de su furia autogenocida. Tal como sucede en la enfermedad autoinmune más devastadora, el potencial defensivo del sistema inmunitario crece hasta el punto de volverse contra sí mismo. El único resultado posible entonces es la destrución generalizada. Esposito. A la pág. 152.

[7] La anti-heroína fantasmática, como he decidido, denominarla para propósitos de este ensayo responde a las mismas dinámicas de la heroicidad moderna pero entendida en el marco de las teorías de Butler, Lacan y Zizek. No obstante, comprendida en el marco de lo real fantasmático. La heroicidad fantasmática es un punto nodal que designa un principio contingente y de organización abierta para la performatividad  política. La investidura fantasmática sólo puede invariablemente de la decepción y la desidentificación. Es en este sentido en que se configura su matiz trágico. La anti-heroína-fantasmática es en efecto un significante vacío en el cual colisionan otros para mantener su promesa de horizonte político. 
[8] Se mata legítimamente a quienes significan para los demás una especie de peligro biológico. Podría decirse que el viejo derecho de hacer morir o dejar vivir fue reemplazado por el poder de hacer vivir o de rechazar hacia la muerte. Michel Foucault. Historia de la sexualidad. Tomo I. A la pag. 167.

[9] To describe a phenomenon as a cancer is an incitement of violence. The use of cancer in political discourse encourages fatalism and justifies “severe” measures –as well as strongly reinforcing the widespread notion that the disease is fatal. While disease metaphors are never innocent, it could be argued that the cancer metaphor is a worst case: implicitly genocidal. Susan Sontag. Illness and its metaphor. A la pág. 84.

[10] Sontag. A la pág. 46.
[11] Foucault. A la pág. 181.

[12] Lo que se considera lo “real”, en el sentido de lo no simbolizable, siempre se relaciona con una esfera lingüística que autoriza y produce esa forclusión y logra ese efecto produciendo y vigilando una serie de exclusiones constitutivas. Butler. A la pág. 293.
[13] Hobbe’s view is anything but fatalistic. Rulers have the responsibility and the ability (through reason) to control disorder. For Hobbe’s murder (“external violence”) is the only “natural” way for a society or institution to die. To perish from internal disorder –analogized to a disease –is suicide, something quite preventable: an act of will or, rather, a failure of will (that is, of reason).  Sontag. A la pág. 78.

[14] Sontag. A la pág. 67.
[15] En su papel de agente diferenciador, la víctima subrogada logra salvar a la comunidad de la violencia final y destructiva de todos contra todos. Logra a su vez distinguirse, para los demás, como el objeto del deseo, el mismo que pasa a ser imitado y consagrado en el ritual. Luis Felipe Díaz. Modernidad, postmodernidad y tecnocultura. A la pág. 310. 

Inferno

Lo último que le dije fue que se pudriera en el infierno. Lo dije con premeditación y alevosía. Lo practiqué frente al espejo. Me armé de valor al mismo tiempo que dejaba su maleta en la puerta. Lo esperé bajo el umbral. Púdrete en el infierno. Púdrete le dije sin mirarlo al rostro. Volvía a mirarlo, esta vez intenté reencontrarlo. Él observó la maleta. No hubo gesto alguno. La levantó como si nada pesara  en ella, como si nuestra vida hubiese sido un puñado de polvo arenoso que poco a poco se desvanecía al viento esa tarde. Púdrete. Seguí gritando desde los pulmones, pero no hubo sonido. Lo desee con tanta o más fuerza que conservarlo a mi lado. Los deseos nos trasmutan la carne de alguna manera. Semanas después un desconocido arrojó un cerillo cerca de la bomba de gasolina en la cual se encontraba.  

Silogismo de una crónica

Le dije que voy por la vida escuchando historias como si las creyera. Camino descalzo y me gusta ver la corriente que corre sobre los pies cuando me detengo al borde de las aceras. A veces la basura y las hojas de algún árbol, cuya presencia anacrónica irrumpe escuálida en el espacio citadino, se acumula sobre mis pies y entre los dedos, como la mugre entre las uñas de un niño andrajoso. ¿Alguna vez has sembrado un pequeño universo entre las encías? -le pregunté como si no estuviera. Yo me he curado los espantos al sembrar algunos entre los dientes. Los sueños son muy parecidos al sarro que acumulan. Esperé su reacción. No pareció importarle. Esperaba su reacción. Me gustan los racimos de historias que olvido totalmente cuando las recuerdo            -continúe diciendo, mientras rozaba con el dedo un estante sin libros. Él me observó y bebió un poco del vodka que le serví. Me preguntó antes de sorber: ¿Alguien te dijo que esperaba que las creyeras? 

Quiromancia

Me dijo que sabía leer la mano y me la tomó sutilmente mientras me miraba a los ojos. Comenzó a leérmela. La luz del bar era tenue, como debe ser en los bares. Trazó sendas rutas. Me hizo cosquillas, no sé si atribuirlo a las margaritas que estábamos tomando. Me dijo: “Tu vida estará dividida entre la razón y la pasión. Eres de esos seres que no encuentran el balance. Lo que escojas traerá siempre una pérdida”. Sus ojos se apagaron un poco. Pidió la cuenta y salió precipitadamente. Creo que intuyó cuál sería mi elección.

Cuando te cuente de mi dolor

para papi 

Cuando te cuente de mi dolor, no trates de consolarme. Hay cosas que necesitan estar rotas para seguir viviendo. No trates de diagnosticar un trauma. Freud ha dejado de preguntarse si esto es un ápice de la libido y siempre luce más hermoso encanecido en las palabras ardientes de Lacan. Los poetas nacen enfermos, estamos enfermos de belleza, encontramos belleza en las vísceras dispersas de un perro atropellado en el pavimento. Comenzamos a recordar su vida, a preguntarnos ¿qué fue de su vida a la intemperie? A veces te veo en la sonrisa temerosa con que reciben la muerte. Hay algo que se traza en una historia que no puede repararse. Hay dolores que nos acompañan hasta la felicidad y se acuestan con uno. Uno nunca olvida los ojos opacos, de pescado muerto, cuando la vida se escapa. Ese fue tu último recuerdo y tu última lección. Así te fuiste entre mis brazos pelando con la vida. Me tocó a mí arrullarte la muerte cuando debiste arrullarme de niño perdido entre oscuridades. Al menos uno de los dos supo de arrullo. Aprendimos a vivir en la indefensión, contra la cárcel ausente que llevamos en los barrotes del cuerpo. Cuando te cuente de mi dolor déjame con mis pestes un rato. No dejes que me joda, pero huele la oquedad de esta peste ardiente. A ti también te toca. Cuando te cuente de mi dolor, no trates de consolarme, hay cosas que necesitan estar rotas para seguir viviendo… 


Transmigrados

Digamos que siempre andamos transmigrados en o a un paso –contesté estúpidamente, como si estuviese descubriendo algo. Siempre nos vemos de lejos. Me ves –corregí. Para mí eres un espectro. De esos que salen por las manchas de humedad en la pared. Silencio. Hay una mancha en la pared  justo al lado de mi ventana –afirmé, como si importara. ¿A qué te dedicas ahora? Trabajo en un Proyecto para víctimas de violencia de género. Me encanta ese tema. Pues para ser franco a mí no, tuve que aprender de la violencia de género a las malas, con el conocimiento que hiere. Aprendí para sobrevivir, no para que otros hagan carreras con nuestro dolor. ¿Nuestro? Escuché la pregunta taladrándome en los oídos hasta que pude calmarme. Apreté las mandíbulas. Me contuve, pero la violencia siempre encuentra un punto de escape, un punto de fuga. Solo pude decirle. ¿Ahora entiendes la diferencia entre tú y yo? 

Al Borde de la orilla

-Me basto conmigo mismo. He sembrado la vastedad en mi carne con dos gotas de infinito. ¿Qué quieres conmigo? No hubo respuesta. Esperé que te marcharas esa mañana. Sólo supiste de la carencia y siempre me hablaste de la necesidad perdida entre el ceño de la ciudad. Y yo te hablé de otra hambre de preñar la carencia con el hambre. Nunca entendiste de la carne trémula y sus desamparos. Me viste desolado y abandonado, como un niño al borde de la acera. Yo sabía que eras tú el cual permanecía a la orilla del desamparo como si mojaras tus pies con el límite de tu libertad. Lloré por ti. Recogí mis pocas cosas. Salí a la acera y el pavimento me recibió con más calor que el hogar que des-habitamos. Te dejé perdido en tu propia fuga. Ahí al borde de la orilla.  Cuando llegaste a mí ya estabas perdido.

martes, junio 12, 2012

Instinto




 Instinto
     Enciende un cigarrillo mientras observa el pulsor parpadeando en la pantalla. Su apartamento llevaba vuelto un caos varios días y la fecha de entrega del  capítulo final de su tesis se acercaba. Afuera llovía sin escampar  desde el lunes y el pronóstico meteorológico anunciaba más lluvia para el resto de la semana. Se levantó aún presa de su absolución y se miró al espejo. Acomodó un mechón de pelo que se había destrenzado y colgaba sobre su frente. Llevaba puesto el mismo camisón desde la noche anterior. El teléfono sonó a las doce de la media noche. Era José, su ex esposo. Recordaba algunos fragmentos de la conversación mientras inhalaba una bocanada de humo.
            -¿Cuándo piensas quedarte con los niños? Estas serán mis vacaciones y Cristina está empeñada en que vayamos solos y honestamente pienso que tiene razón…
            -Sabes que estoy a punto de terminar con la investigación. Necesito acabar para poder firmar el contrato para la plaza a tiempo completo que me ofreció el Decano en la Universidad.
            -Tú no entiendes. Los niños te necesitan…
            -No empecemos, sabes que esto es temporal.
            -Sólo te digo que los niños se quedan contigo estas vacaciones, llegan hoy.
            -Pero, ¿cómo que llegan hoy?, ¿por qué no me lo habías dicho…? ¡Cómo envías a los niños en un avión sin notificarme…! ¡En qué estás pensando, si es que aún piensas!
            -Llegan a las tres de la tarde –le espetó secamente. Una vez dicho esto José colgó el teléfono, como de costumbre, sus conversaciones nunca podían terminar con cordialidad.
     Afuera una señora de unos cincuenta años se resguardaba de la lluvia debajo de un alero y sostenía la mano de un pequeño envuelto en un poncho amarillo. El pequeño chapoteaba los charcos de agua que se iban formando con la corriente. La acera irregular tenía varios desniveles que afectaban incluso caminar con seguridad. Inhaló dos o tres bocanadas más y se preguntó desde cuando sus hijos se habían convertido en una mercancía de intercambio entre su ex esposo y ella. En esa valija nueva que se gasta con pocos viajes.
    Llevaba cinco años dedicada a culminar su investigación para la engorrosa tesis. Un laberinto que iría directo a enmohecerse entre anaqueles y hongos. Había conseguido una beca Fullbright para culminar su doctorado y esa era su única esperanza para conseguir empleo. La burbuja hipotecaria del 2008 había dado al traste con la seguridad laboral en el país y las universidades no estuvieron exentas del proceso. Los estudios postgraduados, esa navaja de doble filo que anida en las gargantas de los más jóvenes, vinieron a salvarle el pellejo, como a muchos en el país. No era momento de preocuparse de la deuda futura. También de alguna manera le ofreció el vehículo para escapar de una maternidad no deseada y que llegaba a destiempo. José quiso tener niños desde siempre. Él creía en la familia, en que la mujer tenía que asumir los roles de crianza porque eran las mujeres quienes estaban mejor preparadas. Para él la maternidad era algo instintivo. Patricia nunca lo vio de esa manera. Su ex era un hombre brillante. Se había graduado con honores y había heredado el negocio familiar. Patricia nunca pudo comprender qué le atrajo de él. Su deseo de formar familia distaba del hombre aventurero que había conocido en aquél Bar una noche solitaria de diciembre.
     Cada vez que surgía el tema de la maternidad intentaba eludirlo. Nunca entendió bien qué significaba el instinto materno. Su madre pensaba que había nacido seca. Dañada irremediablemente. “Para lo único que sirves es para leer esos libros que nunca te han permitido ser una mujer de verdad”. Patricia detestaba sus llamadas. Le parecían una tortura, casi se sentía en la línea de fusilamiento esperando la balacera de reclamos constantes de su madre. Había optado por el estoicismo y acelerar la conversación lo más que pudiera. A veces para terminar la llamada sin aspavientos, simplemente le decía que tenía trabajo de campo y tenía que salir. Otras ocasiones inventaba que había llegado el muchacho de las entregas  del restaurante y tenía que colgar para pagarle la comida. Prometía devolver la llamada. Nunca lo hacía.  
            Desde su venta observaba cómo la señora apretaba la mano del niño y trataba de zafarse. Ese niño se zafará de todos modos, le está haciendo daño. Las palabras de José resonaban aún en su cabeza. “Los niños te necesitan”. ¿Les estaré haciendo daño también?  Se alejó de la ventana. Volvió a sentarse frente a la computadora, pero la colección de data había resultado infructuosa, salvo las historias orales. El teléfono volvió a sonar, no quiso contestar. La grabadora escupió el mensaje urgente de su Director de Tesis:
            -Patricia, necesito que me entregues tu último borrador, esta semana tenemos que presentarle al comité. Llama tan pronto puedas. Un abrazo, Jorge.
            Jorge era un hombre de unos cuarenta y cinco años. Era alto y fumador compulsivo. Vestía siempre una chaqueta marrón y unos jeans. Ya algunas canas sueltas le cubrían las entradas.  Era atractivo, más que por su físico por su aire maduro que despertaba la sensualidad de la experiencia. No parecía gastado por los años sino al contrario su sonrisa destilaba vitalidad y un júbilo inusual en un académico. Patricia rechazaba la idea de su sensualidad maciza.  Rehuía mirar sus vellos revueltos en el pecho, hasta que en una fiesta de confraternización entre la facultad y los estudiantes terminaron escapándose juntos, justo cuando el Director de Departamento iniciaba su anquilosado discurso.  Desde ese entonces vivían un romance muy atípico. Patricia no soportaba la idea de tenerle mucho tiempo cerca. Le decía que eso le impediría a ambos ser objetivos. Lo cierto es que a los hombres, le importa poco la objetividad cuando pierden la cabeza por una mujer.
      Encendió otro cigarrillo, exasperada. No encontraba las palabras para articular sus postulados. Estaba cansada de citar autores que ya nadie lee y de rastrear axiomas de teorías imbricadas en una verborrea desoladora. Ya daban las dos y treinta y aún no conseguía moverse de su ventana. Miró al reloj. Volvió a observar a la señora que sujetaba al pequeño. El niño lloraba, inquieto y la señora lo reprendía mientras la lluvia arreciaba.
     Se cambió la blusa y se puso unos jeans. Ya en la carretera tomó la calle que conectaba al expreso. Apagó la radio para organizar su mente. Hacía un año que no veía a sus hijos. No podía negar que se sentía ansiosa. ¿Era júbilo o nervios, aquello que se le anudaba en el estómago? Estacionó su vehículo y se acercó a la salida destinada. Veía viajeros de todas partes, algunos vendedores indios con estampas. Daban las tres y media. ¿No me retrasé tanto? Los niños me van a odiar. Miraba hacia la pantalla de itinerarios de la aerolínea. No había noticias del vuelo. Si esto es una mala broma de Jorge, me va escuchar. Preguntó a una empleada de la aerolínea y verificó el itinerario. El vuelo en efecto había salido, pero estaba retrasado. Tuvieron que cambiar la ruta por el mal tiempo. Decidió regresar a su casa e intentar adelantar algunas páginas. No tenía sentido esperar tres horas más en el aeropuerto. Transitó lo más rápido que pudo. Una vez en el apartamento reapareció el bloqueo y las cenizas palpitantes del pulsor sobre la página en blanco.
     Se levantó y observó por el cristal empañado de la venta. Los autos disminuían la velocidad y la ciudad parecía aquietarse con la lluvia. Estuvo largo rato con  la mirada enredada entre las gotas que resbalaban por la ventana. El niño reapareció de súbito y continúo chapoteando sobre los charcos de agua. La mirada empozada de la anciana le inquietaba. Fue al refrigerador a buscar algo de comer, pero no había nada. Volvió a la ventana. La anciana sujetaba nuevamente manitas del niño con fervor. Miró al reloj nuevamente. Era hora de regresar al aeropuerto. Cogió las llaves y buscó su cartera que había dejado sobre la repisa cerca de la venta.
     Llegó al aeropuerto a tiempo. El pecho latía con fuerza. Un calor se expandía como un hormigueo embravecido. Cierto temblor de las manos se asomaba. El vuelo había aterrizado. Los pasajeros salían despavoridos preocupados por el equipaje. Trataban de divisar a sus familiares. Salían para confundirse en abrazos y besos que reconciliaban la aridez de la distancia. Esperó hasta que cerraron las puertas de la salida. No pudo divisar a sus hijos. ¿Tanto habrían cambiado? Desechó la idea por ridícula. Fue al mostrador y la empleada de la aerolínea le indicó que sus hijos no habían abordado el avión. Mientras preguntaba, observó al personal de inmigración, detenían a una anciana con un niño que vestía poncho amarillo y aún escurría las gotas de lluvia por todo el suelo. Confusa preguntó a unos pasajeros que estaban cerca  qué ocurría. Le dijeron que aquella señora había intentado sacar ilegalmente al niño del país. Fue entonces cuando Patricia sintió por primera vez esa punzada de alarma. Esa angustia, no era la angustia que nos invade después del desenfreno.
             

Guerrillera



            Cuando llegó a la frontera sintió un vértigo en el estómago. Quiso regresar. Le aterró cruzar aquel breve espacio que dividía su antigua vida de la nueva. La guerra le había quitado todo. El país se había encargado de sembrarle el odio más perfecto y el desprecio más acendrado en las pupilas. ¿Por qué dudaba? El invierno seguía matando gente en las calles. Era hora de partir.
Había viajado millas para poder salir del país. Sabía que la estaban siguiendo. No le iban a perdonar. ¡Traidora! Era lo único que podía escuchar cuando escapaba de la multitud. Ya habían pasado varios años. Extrañaba el calor de su casa que ahora era un recuerdo difuso en su memoria. Sin embargo, recordaba con claridad los besos de su marido y las risas de sus hijos. Nada de eso volvería. A los niños se los llevaron y al marido lo fusilaron.
Apenas tenían diez, ocho y seis años respectivamente. Ya habían pasado quince años sin verlos. Recordó mientras observaba con inquietud unos arbustos estremecerse. Aquella tarde cuando regresó con sus camaradas sólo se encontró con el charco de sangre que llegaba hasta la puerta. Ni un rastro, siquiera habían dejado una amenaza, nada. Simplemente arrasaron con el lugar.
Supo por los vecinos que permanecieron escondidos que habían fusilado a un hombre, estaban seguros que era su marido y a los niños se los llevaron en un camión. Odiaba a la nación y a todos los imaginarios que la dejaron sin nada. Destetaba a Marx y a Engels tanto como odió a los inversionistas americanos con quien tuvo que acostarse mientras servía de espía. Hacía muchos años había perdido contacto con sus compañeros de la resistencia. ¿Habrían muerto? Poco a poco fue perdiendo sus direcciones. Las cartas dejaron de llegar sin explicación alguna. No entendía porque la vida le extendía los años para ser testigo de más horrores.
            Seguía allí parada observando el horizonte. Una punzada en el pecho latía con fuerza. “Los años no pasan en vano” –dijo en voz alta, casi como un susurro. El viento se agarraba de las laderas, como su obstinado cuerpo herrumbroso. Se sentía devastada. Su único logro había sido vivir en fuga constante. Sabía que debía cruzar, que no podía demorarse más allí. Miró hacia atrás y recordó a sus hijos. Nunca supo su paradero. Si sobrevivieron, ahora serían adultos. ¿Qué tipo de vida llevarían? ¿Los habrían matado? La idea hizo que la punzada en el pecho le latiese con más fuerza.
Tres soldados aparecieron de improvisto y le ordenaron que se detuviera. “Ya es hora de acabar con todo esto” –se dijo con la garganta seca. Dio la vuelta para mirar a los ojos a aquellos hombres y sacó su pequeña pistola para abrir fuego. Una punzada comenzó a latir. La sangre corría. Esbozó una sonrisa breve, casi como un relámpago. Del otro lado una parte suya también se desangraba.

El vuelo neofantástico de la poesía en El imperio de los pájaros



por: Ángela María Valentín, Ph.D.

“Ser poeta es ansiar,
pero sobre todo obtener
en la exacta medida en que se ansía.”
-Cortázar

            Buenos días a todos los presentes. Me complace mucho compartir esta mañana con todos ustedes y más si el motivo que nos reúne es celebrar la poesía.  Me honra de sobremanera la invitación que me hiciera la profesora Leticia Ruiz para presentar el más reciente trabajo poético de Abdiel Echevarría Cabán, El imperio de los pájaros (2011) bajo la editorial Versalia.

            Tan pronto recibí el libro me llamó la atención el título y el arte gráfico de la portada, que luego de leerlo, considero que conjugan perfectamente la propuesta temática que nos ofrece.  El torso desnudo en pose de vuelo/ clavado, rodeado de plumas y de lo que parecen ser nubes, nos remite a la idea del espacio abierto del firmamento, a las aves y a todo el caudal de significaciones que éstas portan, desde la libertad máxima hasta el encierro físico o psíquico.  El ser humano, equiparado al ave, oscila entre estas realidades mencionadas.  El título, El imperio de los pájaros , también porta múltiples acepciones y significaciones.  La voz “imperio” se podría relacionar estrechamente a las propuestas de las teorías de la subalternidad: el individuo minoritario que se enfrenta a las distintas esferas que ostentan el poder.  De ahí que se pueda intuir que Echevarría Cabán trabaja en sus poemas las problemáticas que acontecen en las relaciones desiguales que permean en nuestra sociedad, los márgenes que continuamente buscan las maneras de socavar y retar las construcciones ideológicas, sociales y culturales creadas por la hegemonía. 

            También, el título habla de “pájaros”.  Esto nos remite a la idea del vuelo, del “estar lejos de la tierra”; de alguna manera señala al recinto platónico de las ideas, a la utopía.  El vuelo de las aves habla de libertad y de conquista, de la fuerza y la lucha por la defensa de las propias convicciones.  No podríamos dejar de mencionar aquí al famoso Juan Salvador Gaviota y su planteamiento importantísimo sobre el respeto a la diferencia.  Sin embargo, el pájaro también nos remite a otras significaciones más dolorosas, ya que en el Caribe Hispano se relaciona a los epítetos en contra de la homosexualidad.  No podemos olvidar el cuento de Alexandra Pagán,  “El cisne”, en el cual la autora subvierte, trastoca el propósito humillante del epíteto y con él construye un arma de defensa.  Tampoco podría olvidar el trabajo de Larry La Fountain- Stokes, “Queer ducks, Puerto Rican Patos, and Jewish- American Feygelekh: Birds and the cultural representation of homosexuality,” en el que analiza la manera en que la cultura del Caribe representa la homosexualidad a través del uso de imágenes relacionadas a la fauna.

            Así que, tan pronto leemos el título del poemario y observamos el arte de la portada percibimos este cúmulo de significaciones antes mencionadas y podemos sospechar que Echevarría Cabán nos presentará a un sujeto poético que se enfrenta al imperio/ al poder, creado su propio imperio, el de los pájaros, el de la diferencia, el de las ideas, desde el cuerpo.

            Además del título, otra de las claves que utilicé para adentrarme al poemario, curiosamente no está dentro del texto, sin embargo es parte de Abdiel.  Cuando me dedicó el libro escribió: “Para Angela por la palabra compartida, con amor Abdiel”.  Creo que esta frase condensa lo que considero uno de los postulados más importantes de este poemario, la posibilidad de que dos seres completamente distintos, con orígenes, procedencias, antecedentes diferentes, puedan compartir el espacio de la Palabra o sea de la voz, y el poder que ésta tiene.  Con ella es posible crear un espacio de equidad, un puente que aúna a los seres humanos: ése es el imperio de los pájaros, un lugar donde se reinventa la historia, se rompe el donde el pájaro de trueno rompe con el silencio creado por la hegemonía (recordemos las ideas de Gayatri Spivak y Biruté Ciplijauskaité sobre el silencio de las minorías) y se habla desde los cuerpos.

            Para crear ese imperio Echevarría Cabán traza un mapa, un plan.  El poemario es su cartografía que, al igual que los puntos cardinales, se divide en cuatro secciones:  El retorno de los pájaros, Temporalidades de la eternidad, Entre la frontera y el cuerpo, y Ozono de la tierra. La primera parte del poemario, EL retorno de los pájaros, resulta fundamental para poder comprender la construcción de ese “otro imperio” que plantea la voz poética. En esta sección subtitulada, Mitos fundacionales, Echevarría Cabán se adentra en el uso de lo neofantástico poético, lo cual es importantísimo ya que son pocos los poetas que trabajan desde dicha perspectiva.  Como se verá, lo neofantástico constituye la base que sostiene el plan que propone el poeta en su texto.  Jaime Alazraki en su libro En busca del unicornio: los cuentos de Julio Cortázar. Elementos para una poética de lo neofantástico. (1983) define lo neofantástico como una ruptura, una transgresión que impone un orden nuevo que es revelado por el autor mediante el uso de la metáfora epistemológica.  Esta metáfora trasciende el plano tradicional, la lógica de la causalidad y se instala en el espacio de la ambigüedad y la indefinición. (35)  La fantasía es superada por lo neofantástico de modo que el lector es incapaz de experimentar el miedo que antes podría haberle causado el recurso fantástico.  De modo que lo que queda es el espacio de la transgresión, la ruptura con aquella convención aceptada como parte de lo “real”.  Lo neofantástico prescinde del miedo y permite que emerja “lo otro”, aquello que constituye una visión más amplia de la realidad. 

Esto que plantea Alazraki, toma lugar en la primera sección del poemario.  Resulta importante detenerse primordialmente en ésta pues es uno de los ejes centrales del texto, el cual sostiene la denuncia que plasma en el resto del texto.  En ella los poemas son densos, complejos.  Las metáforas son ambiguas, encarnan las múltiples posibilidades que propone la epistemología de lo fantástico nuevo.  El lector no comprende racionalmente, intuye las posibilidades de la Palabra.  A esta madeja metafórica le acompaña la riqueza del mito, lo fantástico.  Echevarría Cabán permite que “retornen los pájaros”, la mitología que la sociedad racional, canónica, logocéntrica dejó atrás con el triunfo de la cristiandad.  Se contrapone la razón a lo irracional, a la pasión: “ ¡Oh pasión dame el nombre inexacto de las cosas! Desnuda la inteligencia varada en llano surco donde el grano se arruina.  Entra dentro, profundo, explora todo lo inexacto, ¡la única verdad que se hunde en los párpados! ¡Dame oh pasión el nombre inexacto de las cosas!” (“Temporalidades de la eternidad”).  

Hay una exaltación de lo dionisíaco(tal y como señala Nietzsche sobre la poesía) encarnado en el mito, otra manera de conocer, aprehender la realidad y su riqueza que ha sido olvidada, devaluada en algunos casos, al querer proponer lo empírico y la razón, lo aristotélico, como únicos elementos de juicio y validez para sopesar lo “real”.  Así lo establece claramente en “El retorno de los pájaros”, poema con el que cierra la sección primera: “Los pájaros vuelven con millas de vuelo en las alas. / La sombra de los miedos cayó muerta/ sobre la tumba de los patriarcas. / Un jardín de magia blanca resucita/ En sus garras el límite de todos sus mitos, / el tronco de un nuevo siglo se aguanta/ y un pergamino es salvado de la ceniza.” (22)  En ese “pergamino salvado de la ceniza” Echevarría retoma una multiplicidad de figuras mitológicas provenientes de distintas culturas, deidades, brujas, guerrer@s: Oshún, Marya Morevna, Baba Yaga, Wakinyan, Inriri, Son Jara, Koschay, Vishnú, Kukulkán/ Quetzalcóatl, el Ave Benu, entre otros.  Con esta amalgama híbrida de tradiciones y creencias, construye un nuevo episteme de carácter inclusivo que subvierte los postulados sociales y culturales, muchas veces excluyentes, propuestos por la hegemonía, entre ellos y primordialmente, como se ve luego en las demás secciones, los relacionados al planteamiento de la identidad y el género.  De ahí que estos poemas de la primera sección cumplan con la función transgresora propuesta por Rosemary Jackson en su libro Fantasy. The Literature of Subversion (1981).  

Así lo establece María Jesús Orozco: “Rosemary Jackson se ha referido[…] a la función subversiva que implica dicha modalidad literaria, puesto que evidencia una ruptura respecto a los valores dominantes y permite plasmar lo silenciado, lo invisible, lo ausente[…]” (911)  Para transgredir, la voz poética abre el poemario convertida en Wakinyan, el pájaro del trueno, el cual para los Lakota, también significa “la gente que vuela”.  Según estas tribus, Wakinyan fue creado por Inyan, la primera de las deidades supremas que existieron, para que fuese su compañero.  Su función era limpiar al mundo de la podredumbre y combatir a los monstruos.  La voz poética, transformada en Wakinyan, limpia la sociedad a través de la denuncia de su podredumbre, la invalidez de sus soportes sociales y culturales: “quebrant[a los] espíritus de sombra en medio de la tormenta”.  Ese pájaro de trueno se metamorfosea en “renovada criatura de asfalto” que retoma sus alas en la Quinta Avenida, y también en Inriri, el pájaro carpintero de la mitología taína, aquél que le taladra el sexo a los seres andróginos brindados por los dioses para convertirlos en mujeres para los taínos.  La voz poética denuncia la angustia que le acomete, “en la angustia de otro cuerpo recrudezco el terremoto. Un imperio llevo escrito, exilio en la frontera de mi tierra.

[…] Sólo en la soledad de esta montaña ámbar tallo Inriri la forma de mi sexo.”  Aparece la denuncia de las sombras, causantes de su exilio, y su reafirmación personal desde la autodefinición que se apoya en el cuerpo.  Esa voz, crea su cuerpo, lo renueva, talla su sexo, su identidad, es “nueva erupción del Caribe”, y en su lucha por establecer “el enigma de su cuerpo”, el pájaro de trueno renueva el combarte y deshace las sombras con su luz, con “el impacto de su trueno”.  Resulta interesante cómo este poema subvierte los simbolismos de la luz y las sombras.  La luz nos remite a la claridad del sol, de la razón, a lo apolíneo, a las ideas propuestas por Platón en el mito de las cavernas..  Sin embargo, en este poema la luz la produce el trueno, el pájaro que propone  el “encauce de milenios perdidos”, que propone un nuevo modo de vivir, una “reforma de los pasos”, mientras que las sombras representan todo el conocimiento anquilosado, estático, del logocentrismo y del capitalismo, representado en el poema por la Quinta Avenida, a la cual le “tiemblan las rodillas” cuando la voz poética “retoma sus alas”.  En este poema se evidencia el carácter reaccionario de los elementos neofantásticos, los cuales interpretan la realidad bajo unos parámetros inaccesibles para el positivismo.  Proponen una nueva realidad en la que el ser humano no está definido por lo que señalan los que están en el poder: “Hoy renazco metamorfoseado en Quetzalcóatl,/ remuevo los cimientos de las pirámides/ tan estéticamente asentadas en sus sillas de plomo./ Vuelvo a embestir el vuelo con furia y trueno./ Un código inenarrable denudo del vientre./ Una línea fronteriza deshago en las sombras de la selva.[…] El silencio siempre sombra bajo mi vuelo,/ yo hago sonar la voz divina con el viento de mis alas.” (“Serpiente emplumada”)  Lo neofantástico en estos poemas se convierte en un código de denuncia que permite a la voz poética plantear una alternativa auto definitoria, una reinvención de la realidad, tal y como señala en “El retorno de Metis”: “Madre, rambla de equinoccios, reinventa los orígenes”.  También señala cómo la hegemonía pretende silenciar, mantener en el “exilio”, en la frontera, en el silencio a la diferencia.  De ahí que el imperio de los pájaros sea una completa subversión de los postulados propuestos por el poder para concebir la realidad, especialmente la identidad personal.

La primera sección del poemario es la base que sostiene y valida, al postular una nueva realidad, las Temporalidades de la Eternidad.  En esta sección la voz poética amplía su denuncia a través del oxímoron y establece la relación estrecha entre lo físico y lo metafísico (por eso se subtitula Manifiestos del espíritu).  Hay una aproximación al cuerpo y una denuncia intensa a todas las tradiciones que han pretendido esclavizarlo: “Quisiste comprarme/ como una parcela con el poder de un obispo,/ construirme el cerco de los siglos en la entrepierna…”(“Dios entre mis piernas”).  Se celebra gozosamente la corporeidad, el encuentro íntimo de los cuerpos y se eleva al plano místico: “Venimos del cuerpo, no hay por qué negarlo/ y no hay nada mejor que el silencio de dos cuerpos en contacto./ ¡No hay mejor plegaria! ¡No hay mejor profecía!/ -¡Dormir en el regazo de un hombre, es soñar/ el sueño de Dios en su propia carne!-“ (“Plegaria”)  Por otro lado, esta sección entabla una conversación con el canon en la cual propone desmitificarlo a través de la desvalorización de la razón y la exaltación de la pasión: “Me tatuaste, San Juan, un lenguaje descolorido/ que se fue comiendo las palabras,/ y la fe se volvió una oscura rosa en llamas,/ la pasión, doblez del golpe en la carne,/ la razón, aullido desolado de la noche.” (“El manifiesto del fiel infiel”)

            Luego, la tercera parte del poemario, Entre la frontera y el cuerpo (El imperio en llamas) trabaja adentrándose en el señalamiento ontológico de la intrínseca soledad del ser humano.  De ahí que comience con el poema “Virgen trasvestida” el cual trabaja la temática del género, sin embargo recalca la infinita soledad del ser humano que puede ser poseído por una infinidad de amantes que, irónicamente, “nunca podrán poseerle”, poseer su espíritu.  Esta sección habla de soledad, de heridas, simbolizadas en la garza blanca que se repite en varios poemas.  Reescribe a Julia de Burgos, a Nemir Matos, a César Vallejo, a Pablo Neruda.  Con su reescritura establece una lucha contra la sociedad y su “moral burguesa” que pretende definir al onthos sólo por lo físico: “No seré como los hombres quieren que yo sea.” (“Colonias de sus vientres”), “Sucede que me canso de ser hombre, de ser mujer y de ser homosexual. Soy de todos el más cansado.[…] Sucede que no soy ni niño ni niña ni maricón ni hombre ni mujer ni nada que sus lenguas puedan describir. Y me cansa ser un signo de pregunta ambulante…” (“El dragón despierta”)  La voz poética reescribe y por eso el imperio está en llamas, porque esa voz reconstruye la realidad a su manera, en sus términos, lo que lleva a la predicción de la muerte del patriarcado.  Así lo expresa en “La tumba de los patriarcas”: “Llevo la tumba de los patriarcas tatuada en los ojos.[…] Una genealogía de nuevos vástagos germina en los pueblos de un siglo sin historia. -¡No habrá nuevamente una religión de esclavos!- Los patriarcas huyen de sus casas, nuevas semillas nacen de la vaina, deshacen los hongos acumulados con el tiempo.” (47)  El poeta insiste en la incapacidad de definir al ser humano.  En ese carácter escurridizo radica su identidad: “Y supe que los hombres somos inaprensibles que volamos sin rumbo y sin puerto fijo.” (“El rastro”)

            Con estas ideas, abre la cuarta sección del poemario, Ozono de la tierra. En esta parte, los poemas pasan de la temática de género que permeó en la sección anterior y se enfocan más en la denuncia social e histórica: los crímenes cometidos en “nombre de la Verdad” y la sangre derramada que se convierte en el “ozono de la tierra”.  Ante estos señalamientos, la voz poética se cuestiona la razón/ justificación de la poesía/ canto, a lo que responde aludiendo a la responsabilidad social del arte y la importancia de la voz, la lucha contra el silencio marginador. Así lo vemos en “La carga de un siglo”: “A la luz de este suelo sin fronteras/ me pregunto: ¿para qué sirve tanto canto?/ y la mirada hambrienta de la noche me revela:/ “Quizás para no morirnos también de silencio.”

            En fin, en la poesía de Abdiel Echevarría Cabán vemos cómo el elemento fantástico, ejemplificado en el mito, evoluciona mediante su uso complejo y ambiguo a través de la metáfora epistemológica, lo cual deviene en la conceptualización neofantástica de sus poemas de la primera sección.  Éstos, a su vez, sirven como base y fundamento para la denuncia de las esferas de poder opresivas y marginadoras, y para el planteamiento de la temática de género.  Sin más, sólo me queda invitarlos a la lectura de este maravilloso poemario y esperar que puedan disfrutar al remontar el vuelo junto con la poesía de El imperio de los pájaros. Muchas gracias.