Sobre el autor

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Puerto Rico (1986). Juris Doctor, Universidad de Puerto Rico. B.A. en Literatura Comparada, Universidad de Puerto Rico, Recinto Universitario de Mayagüez. Entre sus publicaciones destacan: Estoicismo profanado (2007), premiado por PEN Club de Puerto Rico y El imperio de los pájaros, (2011). Es columnista de la Revista Cruce y realiza estudios doctorales en Filosofía y letras en CEAPR. Se ha desempeñado como educador comunitario. Varias noches vagó por las calles de algún punto de la isla ofreciendo condones, jeriguillas limpias y pruebas de VIH.

Sobre mi poesía

“Echevarría Cabán reintroduce en el país una poesía indagatoria cuyo realismo imaginativo se encamina hacia una estética experiencial imaginística como posible paradigma de nuestra literatura más actual”

–Alberto Martínez Márquez


"Indudablemente, la poesía de Abdiel Echevarría es un reto a la normalidad de una conciencia tradicional"

–Rafael Colón Olivieri


lunes, junio 11, 2012

Descarga: Metástasis




 A veces pienso que nos tomamos muy a la ligera la homofobia internalizada. No miramos sus matices, su multiplicación cancerosa que irradia pomposamente su metástasis.  Observo, a esos hombres circunspectos, pelo en pecho, a veces no tienen pelo en pecho, pero se han quedado con la actitud (que es lo mismo), burlarse de los hombres que se clavan, cosificándolos tal cual haría un hombre heterosexual machista. Me pregunto en que orificio meterían sus genitales sin existieran anos y vaginas. Sí, sé que puede parecerle absurdo: ¿Un maricón machista?, pues, pa’ joder, así es. ¿Y cómo ocurre esto? 

Gayle Rubin, una arriesgada antropóloga estadounidense, ha estratificado las prácticas sexuales de manera que, mientras más cercano al modelo del hombre heterosexual, blanco y rico se encuentre dicha práctica, menos resistencia social encuentra. ¿Quién quiere ser blanco de ataques? Bueno, la respuesta más lógica sería nadie. La manera más sencilla de evitarlo es mantener la doble vida, revestirse de esa construcción social que no resulta sospechosa, de esa hombría macharrana. Ahora bien, hay algo en la indulgencia y en la impunidad que destilan los bikinis de ex senadores que me perturba mucho. He llegado incluso escuchar un llamado al ¿perdón?  y a que permitan ser feliz  al ex senador.

¿Perdón, digo yo? ¿Pero he escuchado bien? ¿Ahora, tras aguantar la homofobia y los efectos de la homofobia internalizada, tenemos que asumir indulgentes y austeros el cinismo del perdón? ¿Acaso, es que el ciclo de violencia doméstica ha adquirido dimensiones de inconsciente colectivo? Es decir, quieren que nos convirtamos en las esposas de ciertos políticos estadounidenses que se mantienen fieles al marido infiel, de pie, incólumes, dignas en la conferencia de prensa en la que su esposo anuncia su renuncia al cargo público por su comportamiento indecoroso. ¿Tenemos que sublimarnos en la escala de honra mancillada? ¿Tenemos que demostrar a toda costa que somos mejores seres humanos o superiores moralmente? ¿Bajo qué concepto de moral, el heteronormativo judeo-cristiano, al cual no deseo adscribirme? Carl Jung tendría mucho material con este fenómeno, no lo dudo. 

Quizás, yo no sea tan magnánimo después de todo. Tal vez no tengo tan buen corazón. O quizás, y me inclino a pensar que, soy de los que exigen respeto y no aceptan menos.  Las extravagancias del ex senador, que hoy afirma libremente su homosexualidad, son como una bofetada ante la impunidad que destilan, toda vez que recordamos que aun cuando tuvo el poder en sus manos perpetuó el discrimen contra las comunidades LGBTQTI.  Aprovecho, también en esta descarga  para decir, que no todos los homosexuales son la caricatura que plantea Arango en su bikini o Ricky Martin en Glee, a los cuales el discrimen parece no afectar su vida.

Recientemente una compañera me contó de suceso alarmante, que deseo compartir. Una joven, aparentemente de facciones “masculinas” fue rodeada por sus compañeros de clase. Todos y todas gritaban: “Miren, un nene vestido de nena”.  Sus compañeros la rodearon y sin permitirle escape abarrotándola de insultos, como si reviviésemos un acto de circo. Ciertamente, este suceso produjo una debacle emocional en la joven, la cual no quiere volver a la escuela. Esta ansiedad que provoca la desestabilización de nuestras nociones de género puede provocar esta ola de violencia deleznable.  Esta diferenciación que busca exiliar a los sujetos que, no se ajustan a los parámetros heteronormativos de la vida cotidiana, es lo que ha permitido el ex senador que ahora se exhibe felizmente por las playas y en bikini. Y no es que esté en contra de que sea feliz, es que su descaro no hace más que acentuar su infamia ya que la realidad económica de otros homosexuales, lesbianas y transexuales, no permite la movilidad que  le garantiza cierta impunidad al ex senador.

Ahora, resulta que es una gran diva, una celebridad del más exuberante gusto. Los medios lo siguen con un culto nefasto, mientras ignoran la debacle de cientos de transexuales que son detenidas y vejadas en los cuarteles de la policía, mientras jóvenes temen en la escuela ataques de bullying, hombres gay son golpeados en las calles, parejas del mismo sexo quedan excluidas de órdenes de protecciones y se plantea que eliminen del Código Penal los crímenes de odio. Esa indefensión, a la que someten a la comunidad LGBT, es la realidad de la mayoría de nosotros los homosexuales, las lesbianas y las/los transexuales. No lo son las caderas seductoras de Ricky Martin o las visitas a lo Beyonce de Arango a Miami.

Ante su complicidad con el poder opresor heteronormativo, las acciones de Arango deberían ser marco de alguna ilegalidad, pero no es así. Él ha defendido el status quo a capa y espada y por lo tanto, entiendo que debe sentirse merecedor de su recompensa, ganarse su pequeño virreino, como en los tiempos feudales.  Él ha custodiado la moral del estado desde el afuera, como buen servidor público. La narrativa o el discurso del orden estatal, no es uno que lo implique a él porque su clase social le ha provisto movilidad personal y al partido le proveyó donaciones, liquidez económica y ha reciclado la imagen de los sujetos que ocupan el poder.  Estas son las garantías indispensables para que la partidocracia funcione.

A esta visión, no puedo sino atribuirle esa metáfora del cáncer de la cual Susan Sontag se apropió en otro contexto. El cáncer y su desplazamiento geográfico, ocupa al cuerpo,  desplaza la continuidad de la vida y acumula la atención médica. Este desplazamiento de lo que significa ser homosexual, más allá la idea de belleza, espectáculo, culto al cuerpo, excesos de consumo, es en lo que nos convierte este manejo de Arango o Ricky a través de los medios.

Las metáforas sirven de significantes, emblemas, en este caso, la metáfora que se adhiere al bikini de Arango, hay que extirparla, porque como todo cáncer, hay que evitar que alcance su más alto grado de metástasis. 


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