Los violines

Violines, los escucho,
los pare mi lengua,
como la mujer que siempre he sido
y que nunca seré…
Violines, los escucho,
los pare mi lengua,
como el hombre que siempre he sido
y que nunca seré…
Los violines,
su lamento se me mete en la sangre
y el peso de su grito, mi grito, no es ajeno
me habita y no habita a nadie
ni siquiera al violín que
me lo recuerda.
Lo que soy no le pertenece ni
a los huesos que me sostienen.
No represento a nadie.
Mi voz es sólo mi voz y es
la condena y la gloria.
Es sólo única, mía.
Por eso escribo con la sed de
escupir todo lo que niegan las
falsas modestias. -Lo único verdadero
es que nunca llegaré al absoluto,
sí a la plenitud
y nunca sabré todo
lo que quiero-.
Por eso me burlo
me burlaré siempre
del orgullo/humildad
de la humildad/orgullo.
Ya inasible ese reducto
en mi alma
me hallo fuera de contexto.
Su contexto y eso me enorgullece.
Si total, la humildad es orgullo
disimulado.
Si total, el orgullo
es humildad disimulada.
Si total, la cantidad siempre es neta.
Si total, los violines siempre callan.