Sobre el autor

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Puerto Rico (1986). Juris Doctor, Universidad de Puerto Rico. B.A. en Literatura Comparada, Universidad de Puerto Rico, Recinto Universitario de Mayagüez. Entre sus publicaciones destacan: Estoicismo profanado (2007), premiado por PEN Club de Puerto Rico y El imperio de los pájaros, (2011). Es columnista de la Revista Cruce y realiza estudios doctorales en Filosofía y letras en CEAPR. Se ha desempeñado como educador comunitario. Varias noches vagó por las calles de algún punto de la isla ofreciendo condones, jeriguillas limpias y pruebas de VIH.

Sobre mi poesía

“Echevarría Cabán reintroduce en el país una poesía indagatoria cuyo realismo imaginativo se encamina hacia una estética experiencial imaginística como posible paradigma de nuestra literatura más actual”

–Alberto Martínez Márquez


"Indudablemente, la poesía de Abdiel Echevarría es un reto a la normalidad de una conciencia tradicional"

–Rafael Colón Olivieri


lunes, noviembre 19, 2007

Minorías sexuales, mezclas, intercambios, políticas del existente y un poco de descaro


Minorías sexuales, mezclas, intercambios, políticas del existente y un poco de descaro


Hoy me levanté enredado entre mis sabanas y un libro que recién estoy leyendo, el cual se ha convertido en mi amante más reciente. Cuando me miré al espejo comencé a pensar si en realidad existen géneros de minoría. Examiné minuciosamente mi cuerpo, lo sentí, percibí su calor como el de cualquier otro que haya pasado entre mis manos. Supe que si los calores eran bastante iguales, tenía que existir algo distinto a los otros, porque en definitiva no éramos iguales. Pensé en esos binarios que me han construido en la cabeza y nuevamente volví sobre mis lecturas. Blanco y negro, pero percibí en el aire una mezcla de olores que me hizo despertar del marasmo. Mezcla, cuerpos mezclándose, colorímetros a punto de explosión, mezcla, cuerpos fundiéndose. Eso era lo que no había percibido; cuando los cuerpos se funden no existe una división más allá que el intercambio del deseo y el deseo es una lucrativa enfermedad que llena los consultorios de los sicólogos en esta maravillosa tardomodernidad. Me gustó la idea de pensar al mundo tal cual es, una especie de sala de emergencia recibiendo enfermos. Me gustó recordar la mezcla de agentes patógenos que mantienen equilibrada la tasa de mortandad en el mundo.

La mezcla de olores, me hizo comprender que ésa es la segunda realidad que nuestras ficciones no han podido desvirtuar, el intercambio de los cuerpos, del deseo, el intercambio como el principio más oscuroclaro que entreteje verdades, mentiras y realidades. Recordé por igual otra más antigua, nadie se arroja al mismo río dos veces, el cambio. Até cabos y encontré la maravilla de las leyes de cusa y efecto, pude ver la primera: el intercambio como consecuencia paralela de la otra: el cambio.

El intercambio es una de las concepciones más completas que perdemos de vista. Todos nos traficamos entre lugares oscuros, cerrados, abiertos, públicos, privados entre otras miles de formas que contribuyen al “intercambio cultural.” Pensé en las transacciones que llevamos haciendo con el género durante siglos, pensé en que a veces un trato justo depende de cuánto sea posible intercambiar, pero el intercambio es un simulacro, nada por su unicidad tiene referente próximo por el cual se pueda intercambiar ¿Qué nos une entonces? ¿Qué permite ese intercambio?: La mezcla, en las mezclas se busca intercambiar un poco de las unicidades para encontrar al menos algo del otro para poder lograr equivalencias más justas.

Entre las mezclas sobreviene el continuum de los elementos que se conjugan y la pureza se vuelve algo obsoleto y sin importancia. De qué me sirve la pureza en un mundo en que su dinamismo nos exige el intercambio. La pureza cohíbe ese intercambio, es más si no se es suficientemente impuro es imposible encontrar referentes, no habrían posibilidades de integrarse a las políticas del existente. La raza pura por ejemplo se me ocurre como una infantil burla de esos binarios conceptuales que me han metido en la cabeza. Y aún muchos veneran esa idea, el mundo tiene más locos sueltos de lo que había imaginado. Por otro lado, los concepto del género dicotómico y hasta tricotómico que en las conversaciones de por ahí, e incluso en las académicas, se entienden por categorías similares a la sacralización de un modelo de pureza. Para la heteronormatividad existe lo masculino y lo femenino, más lo raro o extraño. Pero qué sería de nosotros sin el intercambio, sin esos simulacros del género. El género como dicotomía heteronormativa en su pura concepción destruye las posibilidades de hallarnos en los otros. Se me hace hasta una frágil idea de un viejo que sólo inventa historias de su realidad para mantenerse vivo. Será que eso es nuestro sistema de valores, que nuestras epistemologías son un barco varado y que los nuevos marinos no logran o no se atreven o no les importa asesinar al capitán que allí los mantiene.

Pienso en la ridiculez de denominarse minoría sexual. Ese término político que nos convierte en una especie de sustancia diminuta y frágil. Cuántas transacciones de género intercambian las heteronormatividades. ¿Son tan heteronormativos en realidad o ya cuando cae la noche y todo está oscuro se mezclan otros cuerpos y otras sustancias? La fragilidad del modelo restrictivo del género hace imposible que se sostenga. El intercambio es la fuente de nuestra existencia y es necesario descolonizar nuestros binarios y adentrarnos en la mezcla que a todos nos arde, ésa es la fuerza que convierte al deseo en una enfermedad tan lucrativa para los valores que lo restringen. Es como amarrarle las manos a un virtuoso músico. Por eso, todos terminamos enfermos de deseo. Las fronteras del modelo heteronormativo puro mantienen a raya a los incautos que piensan que son aceptados por las políticas que nos gobiernan. Negocian que los definan como minoría débil por aceptación.

La fuerza del deseo gobierna las fronteras y eso es lo que la heteronormatividad busca mantener contenido. Cuando del poder hablamos todos se van por el mismo agujero, la discriminación por género no tiene sentido es una burla a ese principio de intercambio del que todos se valen. Mucho más cuando nos adentramos en los secretos de la heteronormatividad, ya no entendida como una "esencia" pura, sino como la entidad que necesita transgredir sus propios preceptos para sobrevivir a través de las impurezas que permiten el intercambio. Esta reflexión cobra mucho más sentido para implosionar desde adentro los principios que nos regulan, si nos adentramos entre las sábanas y hurgamos sus olores. Ahí en ese espacio descubriremos los secretos y las mezclas que se esconden, que nos arden a todos muy hondo, debajo de la piel...

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