Reclamo la tierra violada de mi nombre
cárcel de manos airadas sobre el tálamo
trémulo, sobriedad de sonrisas quemadas,
posadas como un golpe de estampida sobre el rostro.
Lo sé, te ofende que no ceda a tu indulgencia,
sé también, no hay rastro de bondad en la caridad,
no hay ápice siquiera de bálsamo,
es la más servil de todas las autocomplacencias.
¡Quieres que alimente tus rafagas de vuelo de rodillas!
Beba del mantra- racimo y desdibuje espejismos
en la corriente vertida de mi sangre.
La corriente,
vierte todo mi semen fecundo
entre las entrañas del abismo
y preña los muros desolados de la herrumbre.
Quieres que sea la rosa, la rosa palpitante de desvelo,
por tu nombre magnánimo.
Buscas en mis ojos la raíz dócil del mancebo suculento
que desconoce el poder de su belleza.
Buscas la inocencia lozana y es solo otro espejismo
de tus manos, corta el vuelo al ras del suelo.
Ser banquete es otra fuga en la que se pierden los pasos.
El sexo nos libera tanto como nos esclaviza.
Los clavos, son siempre clavos cuando clavan,
y mis manos son corriente ensangrentada,
mi espalda muro de lamentos de penumbra opalescente.
Quieres para mi voluntad, la danza de la guillotina,
el viaje hasta el centro del vientre seco…
Oh, Caridad, no te masturbes en mi cara,
puedes venirte sobre la sangre decapitada de tu desvelo…
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