Leticia Ruiz Rosado
Abdiel Echevarría Cabán
Editores
Abdiel: La disputa del género toma en nuestros días un significado sin precedentes, por lo tanto, el siglo XXI se abre ante la propuesta de la descolonización del género. Éste, como resultado, ocupa el lugar del corpus del discurso y se convierte en el vehículo para repensar nuestros imaginarios. Este número es una muestra fehaciente de esta propuesta. Los jóvenes talleristas se adentran en este debate de manera muy particular puesto que sus textos no examinan la identidad en disputa sino la trasgresión sexual del cuerpo. La violación infantil es el tema predominante en sus cuentos y por ello sus formulaciones están sustentadas por la confusión ante este hecho. En efecto, es ésta la metáfora idónea –a mi juicio- para representar el caos de nuestro imaginario colectivo. Esta trasgresión representa la invasión por la fuerza del poder masculino sobre el cuerpo del infante o en muchos casos de las adolescentes quienes son las víctimas más comunes de este tipo de agresión.
Abdiel Echevarría Cabán
Editores
Abdiel: La disputa del género toma en nuestros días un significado sin precedentes, por lo tanto, el siglo XXI se abre ante la propuesta de la descolonización del género. Éste, como resultado, ocupa el lugar del corpus del discurso y se convierte en el vehículo para repensar nuestros imaginarios. Este número es una muestra fehaciente de esta propuesta. Los jóvenes talleristas se adentran en este debate de manera muy particular puesto que sus textos no examinan la identidad en disputa sino la trasgresión sexual del cuerpo. La violación infantil es el tema predominante en sus cuentos y por ello sus formulaciones están sustentadas por la confusión ante este hecho. En efecto, es ésta la metáfora idónea –a mi juicio- para representar el caos de nuestro imaginario colectivo. Esta trasgresión representa la invasión por la fuerza del poder masculino sobre el cuerpo del infante o en muchos casos de las adolescentes quienes son las víctimas más comunes de este tipo de agresión.
Leticia: Entiendo que el vacío existente ante un nuevo discurso valido para enfrentar los nuevos retos del siglo, nos obliga a cuestionarnos, qué sucederá con el nuevo hombre. Qué nueva propuesta tiene para en nuestro entorno caribeño retomar su espacio sin menoscabar a su compañera, la mujer y mucho más significativo a sí mismo. Su propio ser. Me temo que el reto es inminente y claro. Ambos mujer y hombre somos responsables de aquellos y aquellas que no tienen culpa alguna de los caprichos de quienes decidieron darles vida. He ahí la cuestión, como diría mi maestro Julián Marías. De hecho la cuestión es impostergable, ojala este número y sus textos sean portadores de nuevos rumbos enriquecedores; nuestros jóvenes aceptaron el reto y se atrevieron como lo han ido haciendo muchos escritores antes que ello a solidarizarse con los desposeídos: violados, violadores, torturado, torturadores, niños, niñas, negros, negras, drogadictos, drogadictas, jóvenes y los hombres que tomaron la justicia por sus manos.
Abdiel: Aunque sus narraciones buscan de una forma u otra exorcizarse de dicha invasión, cabe señalar, que varias asumen una posición pasiva ante la violencia, por lo que, pocas veces los personajes alcanzan un final esperanzador. Las quimeras se agotan al mismo tiempo en que las narraciones se precipitan aceleradamente hacia su desenlace. Un hecho constante que me preocupa de estos trabajos es la actitud derrotista típica de los personajes en un imaginario colonial-patriarcal que se ha constituido sobre la base de la cultura judeocristiana. Como diría Marx la religión se constituye en opio que los enajena de su situación, en ésta esperan las víctimas una salvación milagrosa que no llega sino con la muerte en muchos casos. La esperanza en la eternidad y la recompensa a modo de sujeto kantiano nos hace pensar en cómo esta posición elude la responsabilidad social de los individuos. Los personajes se ven muchas veces en conflicto y enfrentados a sentimientos de culpa.
Leticia: Precisamente porque todos son víctimas de su entorno se les hizo bien difícil crear unos mundos narrativos con estos temas, los cuales llevé como motivos literarios por el peso de la realidad. Para los alumnos era un reto escribir sobre lo que no conocen, pero incluso en torno a situaciones que conocen por la prensa que no les toca en algunos casos tan de cerca. Para otros, sin embargo, los temas se les mostraban como ocurrencias de la profesora. La falta de aceptación es real, aquí en nuestra casa no pasa nada, sólo en los diarios, televisión o la radio, pero en su cotidianidad parecen relatos de otras tierras y no de la nuestra. Aquí no tenemos problemas todo está bien, no hay conciencia o tal vez es tanta que lo mejor es negarla para que no me lastime tanto. La literatura incluso hasta les parece cosa de gente interesante, rara y marginada.
Abdiel: Es interesante el hecho que propone la puesta en escena de los noticiarios y otros medios, que más que concienciar sobre los problemas nos aleja del plano “real” en que ocurren. Por lo cual, aprovecho la ocasión para reflexionar sobre quiénes son los verdaderos responsables de la desarticulación de la “sagrada” institución familiar. Ciertamente muchos retrógradas piensan que son las mujeres que se divorcian porque no soportan los patrones de abuso, otros la comunidad LGBT que busca la inclusión en dicho modelo, mas es una constante que se justifique a los verdaderos promotores de estas situaciones: los hombres y su sistema de valores. Sin duda, la situación no se reduce a este triángulo, es mucho más compleja y por su complejidad cuestiona las regulaciones normativas. Por lo que, el discurso del género en estos textos es pues uno dominado por la ideología heterosexista que evalúa desde la imposición de su modelo de pensamiento, el cual es incapaz de definir la diferencia de género. Aspecto que me recuerda a Spivak quien establece que el conocimiento del grupo dominante es incapaz de definir a quienes desconoce. Esto se evidencia en el intento de redimir la figura del homosexual en varios cuentos. Si bien por una parte denuncian los atropellos contra éstos, son incapaces de describir la sicología del personaje. La descolonización no ocurre en estas narraciones y evidencia un imaginario identatario aferrado a su tradición religiosa como puente de salvación, la cual no posee las respuestas ansiadas. Por ello, cabe añadir, el “orden” social sucumbe sometido a las vejaciones del patriarcado.
Leticia: Ciertamente las respuestas deseadas aún no cuentan con lo que deseas, no obstante, me atrevo a afirmar que la actitud de los jóvenes aunque no llena tus expectativas literarias tal vez por ser su primera experiencia como escritores, no se cierra a las nuevas propuestas ni margina a los grupos oprimidos. Todo lo contrario, los noveles escritores colaboraron a través de sus escritos con los temas asignados y no rehuyeron el proyecto. Te doy la razón en que sus trabajos no ofrecieron respuestas contundentes, probablemente innovadoras como tu mente de escritor y estudioso de letras esperaba. De todas maneras no eludieron los temas y sus relatos aunque sencillos vislumbran una tónica más liberadora que desgarradora. Sencillamente no soy socióloga, sino profesora del curso de Español básico y con la revista pretendimos trabajar cuentos cortos que hicieran posible un nuevo diálogo ante tanto maltrato de todo tipo; ellos delinearon sus personajes y en casi todos los casos son siluetas de su entorno. Esto nos puede plantear la posibilidad de que cuando los leas en el próximo número halles respuestas literarias mejores, pues ya han tenido la experiencia de más lecturas; me parece que en ello estribará la diferencia porque apuesto a que los jóvenes de ahora tienen otro tipo de sensibilidad y solidaridad con aquellos que no son siempre como ellos o ellas. Sencillamente la gente va cambiando si se les permite interactuar de otros modos y con experiencias que les ayuden a enriquecer sus conocimientos a pesar de sus ideas religiosas o de aquellos patrones de conducta aprendidos. No se encuentran ideas absolutas en personas tan jóvenes y sin experiencias abarcadoras y con pocas lecturas. A veces queremos demasiado cuando la realidad nuestra es que la mayoría de nuestros alumnos ni siquiera han leído un libro completo en sus estudios preuniversitarios. Eso es el reflejo de lo que acontece en nuestras escuelas y que nos debe sobrecoger y mover a actuar. Por eso Identidad. Esto es lo que me motiva a dirigirlos en lecturas como las que este semestre están haciendo al momento de este mi escrito, Nuestra Señora de la Noche y Bocetos de una ciudad silente. En ambas conocerán nuestros problemas desde el pasado siglo a través de la primera, luego podrán internarse en el presente con la segunda; la literatura narrativa será modelo de conocimiento que reforzará el estudio de nuestras letras isleñas, también el de la cultura y la historia. Ello es fundamental para poder adoptar posiciones, por eso la educación es realmente lo que nos dará la victoria como pueblo. Con ellas se construye la identidad y se puede asumir la misma. Fíjate que les estoy enseñando a leer a mujeres con posiciones no canónicas, de hecho la subversión y el estilo erótico son piezas claves en ambas lecturas, incluso el tono poético que muchos alumnos emplean en su narraciones. De suerte que el género como cuestión polémica no ha tenido ninguna resistencia en mi curso, ninguno. A todos les han gustado las lecturas y no he tenido señalamiento alguno de imposición de género. Creo que a veces el diálogo y el respeto es lo que hace la diferencia, y en mi salón de clase estimulo ambos, sobre todo el escuchar a los demás, sin ello veo estéril todo conato dialógico.
Abdiel: El que se haya abierto el foro es un paso incipiente hacia la consolidación de nuevas vertientes del conocimiento. Por otra parte, debo diferir en cuanto al comentario de las ideas absolutistas, puesto que por cuanto carecen de lecturas, conocimiento y experiencias en torno al tema, tal vez en la mayoría de los casos, más reducido es su alcance al “ideario colectivo”. Por ello, más absoluta es su percepción ya que no han examinado la cuestión a través de otros marcos de referencia. Aunque debo señalar que es una perspectiva que puede cambiar ya que estos jóvenes y me incluyo, nos encontramos en un proceso formativo. Sin embargo, no debemos malinterpretar que el prejuicio y la inmadurez persisten soslayadamente y ello es más perjudicial. La discusión del género no está madura en el país -en todos los sectores- y enfrenta grandes escollos aún. Nuevas formas de educar son apremiantes como bien planteas. Pero no al modo tradicional, en este siglo debemos buscar reconceptualizar los métodos pedagógicos y sobre todo aceptar que nuestras estructuras sociales son invenciones antinaturales que responden a modos de vida en determinados tiempos y espacios y que, estos modelos son constructos de la mente humana y por lo tanto, no son inmutables. Ese reconocimiento es el que se necesita para aceptar los cambios sociales y evitar la confrontación violenta que reflejan estos relatos. Hace más de dos mil cuatrocientos años Heráclito afirmó que la única verdad inmutable es que todo en la vida es cambio, nadie se arroja en las mismas aguas dos veces. Todo discurre y en su discurrir deja sus huellas. Dejemos huellas que fomenten una cultura de paz entonces. Finalmente, estas narraciones muestran como la discusión del género asume una posición política que busca respuestas y en efecto reformular el propio concepto de una identidad desarticulada, precisamente apropiándose de la trasgresión a la que es sometida por el grupo hegemónico en medio de una discusión antagónica. Por tal motivo, esta discusión literaria sobre disidentidades o las identidades en fuga, aunque aún a medio camino, reflexiona hasta cierto punto los efectos de la belicidad y la colonización tanto epistemológica como ontológica de nuestros imaginarios colectivos.
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