Hoy la ciudad nos ofrece algo de anestesia,
un opio que deambula serpentino por los ojos,
y reímos sobre los escaparates transparentes que dejamos bajo
el esfínter, el humo, los taxis y las guaguas de la AMA.
Las vitrinas seducen los instintos y pronto Armani
dicta la cadencia horadada de los cables de mis neuronas.
Los jeans bajan hasta las caderas
y llevo sólo una bala en caso de guerra.
Hoy la ciudad nos ofrece alivio,
un cuerpo sobre el cual reposar tantos desamparos,
tantos huracanes contenidos en la cresta del delirio.
En el parque abandonado las jeringuillas se disuelven
y la muerte no es un simulacro más,
es una piel de cartón que se adhiere a los callejones
y los puentes nos hermanan
con el goce de otro cuerpo, no tiene rostro,
pero te recuerda el espasmo del abrazo.
Hoy se amanece de pronto en Isla Verde
después de chinchorrear con clase, maquillaje,
estilo, pie, cadera y el aliento de la somnolencia
agarrado de una pupila hasta la lengua.
Hoy la ciudad nos ofrece lápiz labial
para que los besos sean hermosos
y los hombres también nos pintamos la boca
sólo por el ardor de un beso.
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