A medio siglo de la publicación de Nada (1958) llega a mí esta novela con todo su poder hechizante. La narración, en primera persona, resulta sumamente efectiva. Me gusta este tipo de narración porque nos provee un punto de vista único y a la misma vez panorámico que realmente refleja como se articula nuestro pensamiento, siempre subjetivo, como indica Kant y me parece que es el mejor vehículo para explorar los fantasmas de la existencia. No obstante, también hay intromisiones de los otros que provocan profundas reflexiones en la protagonista, Andrea. Los personajes habitan una casa fantasmagórica casi incendiada por los estragos de la guerra como fue incendiada la catedral de Barcelona por los franquistas literalmente.
Por igual, la casa de la calle Aribau, donde vive la familia de Andrea es un espacio de interfase, indefinible, un espacio de la nada que se va quedando sin sus habitantes, su inmueble, vendidos por Gloria -la esposa maltratada por tío de Andrea-, para subsanar la profunda pobreza que azota a la familia. La novela devela a través de la narración como la mujer se desvincula del seno de la familia, para explorar al mundo.
Mi única reserva recae en que es sólo la salida de un individuo(a) y no la de toda una clase social, este sentido, la novela conforma una ideología que beneficia al pensamiento del capital. Sin embargo, debo reconocer al mismo tiempo que el mundo del capital es el escenario en el cual ocurre la emancipación, aunque siempre parcial de la mujer y que la historia se estructura como un Buildigs roman.
No obstante, Nada retrata efectivamente un mundo violento, incierto y cínico que reinventa con una prosa lírica. Contrario a lo que propondría Kristeva cuando nos habla del retorno al Chora, en el cual impera el caos porque antecede al lenguaje, por ello es de naturaleza femenina y su único vehículo para manifestarse es el lenguaje poético, en Nada el caos social es parte de las acciones humanas. En consecuencia, no nos debe de extrañar que las reflexiones e instrospecciones de la protagnista se expresen de manera lírica. Sin embargo, más que proponernos un mundo oscuro y caótico de la psique femenina, que podría ser la de cualquier psique, esta novela, con un lenguaje lírico rebasa las expectativas del sicoanálisis feminista y nos permite ver más claramente los defectos de mundo regido por los hombres. El caos de la mente de Andrea y el exterior son efectos de una destrucción previa a la que el sujeto(a) es lanzado(a), como diría Sartre.
Por igual, la narración se introduce dentro las inquietudes de cualquier ser humano en una situación desaventajada económicamente. La pregunta que queda suspendida es: ¿Cuál es la nada que prevalece en la historia? La de los valores familiares patriarcales que se derrumban, la de una clase social, en este caso media debilitada desde sus inicios, o más bien, -y me inclino por ésta- los espacios vacíos que perviven por la búsqueda del mejoramiento económico, que transmite y justifica los valores dominantes reformados sólo en una leve medida.
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