Me acusan de marcar el exceso
como un judío errante que estalla
en pedazos sobre la línea de Gaza.
Un exiliado en su propia tierra.
Me acusan de ser el simulacro
de los crímenes que duermen bajo
los disparos de la inocencia.
Me acusan de secuestrar el simulacro
y condenarlo a muerte
como las FARC condenaría
el intento de la tregua,
no se negocia
cuando se es minoría.
Me acusan de ser la silueta
de un maniquí;
un fraude más allá del fraude.
Me acusan de pretensión de ave sin alas
y el pegamento
del semen acuestas en la espalda
es el ensayo de un vuelo
que se cancela
por aviso de tormenta.
Me acusan de romper las cadenas
de la lengua
atada a la conciencia
de una rambla,
donde el pop
se combina
con los muertos.
Me acusan de acusar de fascismo
complaciente el espíritu tardomoderno.
Me acusan de bajarme de la espiral sin
haber pagado la tarifa.
Me acusan de ser un píxel
que se pretende fotografía
y eso me complace.
Fuente de foto: kale Gorria
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