Sobre el autor

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Puerto Rico (1986). Juris Doctor, Universidad de Puerto Rico. B.A. en Literatura Comparada, Universidad de Puerto Rico, Recinto Universitario de Mayagüez. Entre sus publicaciones destacan: Estoicismo profanado (2007), premiado por PEN Club de Puerto Rico y El imperio de los pájaros, (2011). Es columnista de la Revista Cruce y realiza estudios doctorales en Filosofía y letras en CEAPR. Se ha desempeñado como educador comunitario. Varias noches vagó por las calles de algún punto de la isla ofreciendo condones, jeriguillas limpias y pruebas de VIH.

Sobre mi poesía

“Echevarría Cabán reintroduce en el país una poesía indagatoria cuyo realismo imaginativo se encamina hacia una estética experiencial imaginística como posible paradigma de nuestra literatura más actual”

–Alberto Martínez Márquez


"Indudablemente, la poesía de Abdiel Echevarría es un reto a la normalidad de una conciencia tradicional"

–Rafael Colón Olivieri


lunes, mayo 05, 2008

¿La polifonía de la identidad?


Editorial: La polifonía de la identidad

…abandonar la ignota multiplicación de los astros

-Francisco Matos Paoli










Pie forzado…

Abdiel: En nuestros tiempos postmodernos hablar de identidad nos parece una figuración o un simulacro como otros tantos. Ahora bien, si nos acercamos desde la periferia, desde la imagen, el simulacro se trasforma entonces en un juego de espejos que alteran la integridad de los sujetos y nos apresan en un laberinto de imágenes. Su consecuencia inmediata puede verse a través de la fragmentación de las grandes narrativas como apunta Lyortard. Ante este hecho, no queda sino lo que para muchos se ha convertido en un resguardo, la performatividad de la identidad, como señala Judith Butler. Por lo tanto, la identidad del sujeto entonces se encuentra en un constante flujo que se reproduce en la performatividad de sus discursos. Sin embargo, esta performatividad no sólo se manifiesta en el plano discursivo sino que se traduce a la materialidad de nuestra realidad por medio de la fragmentación social en favor del individualismo acérrimo. Vivimos para sostener una imagen mercadeable que pueda traducirse a la ideología dominante del capitalismo tardío. En este sentido cualquier discurso identatario pierde su validez y se sustituye por una performatividad sostenida como medio de acceso a la estructura dominante del sistema capitalista en la que el sujeto busca su identificación, a través de un valor de cambio. Como consecuencia los individuos cada vez están más separados entre sí, demasiado ocupados en resolver la complejidad de sus vidas personales, en vez de contribuir al desarrollo del colectivo. La enajenación producto de los juegos y alternancias del lenguaje que construye nuestra realidad se evidencia por ejemplo en el cuento “El elefante de Wittgenstein” de María de Lourdes Javier. Esta enajenación persiste como tema predilecto de la modernidad: la locura, esta vez representada como voz del género en los poemas de Amarilys Tavarez. En este sentido varias de las muestras de este número no se adentran en un discurso subversivo si no que perpetúan las valoraciones de la sociedad moderna aún presa de su vaciedad identataria y su neurosis. En efecto, la identidad o mejor dicho su performatividad en varios textos de este número alude más bien a un simulacro en que el esfuerzo de traer a la luz el discurso de la diferencia queda sepultado ante la imposición de la ideología dominante.

Respondeo:

Leticia: Reseñas como la de James Ramos Ortiz, estudiante de segundo año de la Universidad de Puerto Rico en Aguadilla revelan parte de lo que indicas Abdiel. Cuando conminé a mis alumnos a comentar sobre la o las conferencias en torno a la presentación del libro, Aguadilla el pueblo que le dio la espalda al mar, lo que hicieron fue casi citar a los conferenciantes, pero no adquirir ni leer el texto, se conformaron con lo dicho por lo expertos y no indagaron en las profundidades de la lectura. No fue hasta que leí la obra de otra estudiante, Mayra Rosario, sobre otro texto cuando pude constatar que sí hay noveles escritores quienes rebasan las expectativas y no calcan ni coquetean con las ideas de los escritores. Ella, en su reseña, “Madre Luna” se remonta a su pasado inmediato y busca en el cajón de sus recuerdos para reconstruir el poemario, Te vi Luna, incluso se dirigió a fuentes mitológicas a fin de justificar su tesis desde una perspectiva crítica y creativa. Tanto que luego compuso un cuento, "Ser una Sirena", en el que toca uno de tantos dolores de este siglo XXI y emplea el género narrativo precisamente como acto liberador y constructivo. Con ello afianza su confianza en sí misma para superar su dolor y busca un espacio en medio de su entorno. Lo cierto es que su anhelo de libertad y la tinta junto con su rúbrica escritural conforman su ambiente interno y externo. Me parece entonces, amigo Abdiel que sí se repiten unos discursos que tú nombras enajenantes, sin embargo, hay textos claramente identificadores de una identidad en ciernes. Mayra Rosario, en el número anterior a éste ya se había manifestado como narradora. Ahora, nuevamente lo sostiene e incursiona en la crítica literaria para demostrar que puede ser escritora.

En el caso de Tania Fuentes tenemos otro paradigma de la escritora novel que no sólo redacta un buen texto sino que el mismo es su vivencia dentro de otro colectivo, el Proyecto Ético Participativo; en su reflexión evidencia su compromiso con la educación de unas familias del Caribe que carecen además de oportunidades educativas e incluso de las más vitales: salubridad y alimenticias. Entonces, a qué te refieres con la postura elitista de una identidad performativa y ese simulacro polifónico a los que aludes. Me atrevo a afirmar que a veces se nos olvida que la manera de la escritura de muchos es como decías, pero con otro significado, espejo de unas realidades, no ya capitalistas pues ni conocen ese concepto, y sí la muestra de unas carencias que nos pueden molestar, pero incluso recordar cuán alejados están otros de lo que algunos conocen y de lo que muchos carecen debido precisamente al capitalismo que somete y excluye a tantos de participar del proceso creativo que tanto bien nos ha hecho a todos los que como nosotros lo hemos disfrutado.

Me parece que este espacio cumple pues con tu más caro deseo de que saboreemos de lo que tú llevas tanto tiempo degustando: el tiempo de la creación y sus beneficios... la lectura y la escritura. Con ellas nos apropiamos de esos espacios que a los márgenes nos han orillado. No obstante, la tenacidad y el respeto por la dignidad de mis alumnos y de mí misma me obligan a combatir las penurias y carencias de algunos seudointelectuales que desean mantenerse en el poder precisamente al marginar a los otros para entonces orillar aún más a los pobres de la tierra.

Catapulta:

Abdiel: Ciertamente, Leticia, el esfuerzo del taller es indudablemente uno de carácter colectivo en que se produce en alguna media la ruptura de la enajenación individualista. Sin embargo, me preocupa el espacio atrincherado en que la literatura se acomodado como producto de consumo. Tenemos que mantenernos alertas, ya que los discursos emancipadores corren el riesgo en nuestra sociedad mediática de convertirse en instrumento del consumo, recordemos la difusión de imágenes del Ché o de Albizu. Igualmente, las ofertas de viajes y promoción turísticas para homosexuales y lesbianas, mientras aún varios sectores conservadores del país insisten en oprimirles. Lo que intento esbozar es que el individuo ha sido (hiper)fragmentado y desvalorizado en el proceso de su afirmación. Nuestra consigna debe clarificarle esto a las nuevas generaciones, la trampa del consumo no puede silenciar la consciencia.

Zuryanette: Precisamente, Abdiel, es ése el asunto que no puede perderse de perspectiva: el punto de balance entre el individuo y el colectivo es el grano de arroz que mueve la balanza; pero, entre tantos granos similares, ¿dónde lo encontramos? Si bien críticos como Marx Kirsh han criticado la performatividad de Butler por proseguir y perpetuar el (hiper)individualismo del capitalismo tardío, la verdad es que muchos esbozos de colectivos terminan siendo tales como un silenciamiento de los otros entre los Otros, encerrados éstos en muñecas rusas de subalternidad. Esto tampoco puede ser permitido. Al llevar a cabo el proceso de corrección y de edición de los textos redactados por los estudiantes, he notado que es una falla común: el amontonamiento de gente en categorías absolutas y malsanas, como cierto estudiante (cuyo nombre no recuerdo) que insistió a través de su ensayo (el cual no se publicó porque no continuó el taller), en que todas las personas que reciben asistencia del gobierno son vagas y lo que necesitan es irse a trabajar. Entonces el colectivo (no-representativo, añadiría yo) se desdobla hacia dos caminos: por uno, la homogenización del grupo sin tomar en consideración las circunstancias particulares de sus miembros, y la segunda, la homogenización de grupos que están por debajo de éste en la “escala de la subalternidad”, como pensaba el estudiante. Estoy consciente de que hablas de un colectivo inclusivo, un colectivo que respete las diferencias tanto dentro como fuera de sus filas, pero éste no es el colectivo que se lleva siempre a la práctica. Por eso pensé pertinente hacer la aclaración, y exhortar a quienes nos lean a que recuerden que la meta de un colectivo debe ser respetar las diferencias hasta que éstas no hagan diferencia en cuanto a cómo percibimos a los demás, y que al tomar en cuenta dichas diferencias, no se vuelva un proceso pseudocientífico de valoración a base de una categoría privilegiada (como ser negro en tanto no se es blanco, u homosexual en tanto no se es heterosexual). Creo que podemos llegar a ese punto, y para eso la humanidad escribe y el colectivo Identidad existe. Sin ese punto como guía, estos esfuerzos no tendrían sentido.

Atentamente,

Abdiel Echevarría Cabán

Leticia Ruiz Rosado

Zuryanette Reyes Borrero

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