Acabo de leer la columna de la escritora Mayra Santos-Febres en el Nuevo Día, Musa paradisíaca titulada “Los hombres niños” y ciertamente me jamaqueo. La autora nos presenta un cuadro bastante desalentador con una mezcla no sé si de esperanza o de sistematización necesaria. Su punto sobre las nuevas concepciones sociales que han arribado con el alzamiento de las mujeres a través del movimiento feminista y la posterior desmitificación de para qué servía una mujer, que me parece muy válido, sin embargo inconcluso, como ella muy bien lo especifica al final del escrito. Más si la mujer ha desmitificado el modelo del hombre, por igual lo ha hecho con el suyo propio, puesto que ya no podemos hablar de mujeres a la usanza del pasado.
Por otra parte, Santos-Febres señala que es necesario un rito como ocurría antes para que el hombre probara su hombría y sobrepasara la etapa de la niñez y por lo tanto madurara. No obstante, no sé si esos ritos hacían que el hombre madura, ese proceso me parece muy personal y depende mucho de cómo la persona asimile el proceso. Dos personas pueden pasar exactamente por las mismas experiencias en el mismo ambiente y reaccionar de maneras completamente opuestas. Sí creo que debe existir un contrapunto que indique, ya soy un hombre, pero no creo que haya más necesidad de ritos que finalmente constituyen amaestrar a los hombres para que sigan un patrón predeterminado sin que sepan por qué lo siguen, aunque sea un rito de aprendizaje y más adelante les explicaré porqué. Ciertamente, no dudo de que, como indica la autora cada vez se encuentra con más hombres que no saben cómo ser hombres. Pero, cada vez hay mayor absentismo de la figura paterna, aunque no sé si esto sea mejor que la presencia de un hombre cuyo modelo a seguir es bastante cuestionable. Ese modelo del hombre severo, serio, fuerte y “disciplinado” no creo que haya sido uno adecuado, y mucho menos lo sería en la actualidad. No creo tampoco que haya necesidad de mirar hacia atrás y constituir nuevos ritos, para lo único que se debe mirar hacia atrás es para evitar reincidir en los mismos errores, por lo cual, ¿habrá necesidad de un rito de iniciación para rescatar nuevamente el modelo del hombre? Los ritos le dan ese cariz al patriarcado de objeto incuestionable ya que el rito es parte un sistema que idealiza a través de lo sagrado, por lo cual, lo sagrado es infalible y ésta no ha sido la realidad.
En el modelo del hombre proveedor, siempre hubo sus excepciones, basta con sentarse a escuchar las historias de nuestras abuelas, muchas de ellas abandonadas con barrigas sin poder sublevarse, y tenían que pasar duras pruebas para sostener muchas veces ocho o nueve hijos. Todo esto ocurría en un sistema patriarcal y ritualista. En la actualidad, la historia sigue siendo la misma. Desde mucho antes de que los movimientos feministas cobraran el impacto que tuvieron en la década del sesenta y su posterior desarrollo ya la mujer había probado que el hombre protector y proveedor del clan familiar era dado al traste como dice Febres. No obstante, el movimiento feminista hizo pública la situación, logró legislaciones, pero su desarrollo no fue a la par con la necesidad de un nuevo hombre transformado. Como ese rey que se niega a aceptar la pérdida de su reino, los hombres se aferran a lo único que les queda, su sistema de valores; la resistencia a perderlo es lo que ha conducido a la violencia actual contra el género, y no sólo en parejas heterosexuales sino también contra homosexuales. ¿Qué hacer para enfrentar esta situación? Estoy seguro de que el rito no es la respuesta, de eso no cabe la menor duda. Basta de santificar lo que no es una experiencia mística. De eso que se encargue la iglesia al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Pero, descartada esta opción ¿qué nos queda? Ese trillado dicho de que la educación es el arma para enfrentar nuestros males. Bueno, trillado o no, la educación es el motor de la civilización. Es necesario reenfocar su concepción y su aplicación. Evocar el pensamiento crítico de los educandos, no basta con adquirir un conocimiento que parece ser infalible, los profesores, maestros y padres tiene que reconocer que no son una autoridad que crecen y aprenden por igual con sus estudiantes e hijos, por eso el aprendizaje como rito no me parece factible. Tanto al estudiante como al hijo no se le permite cuestionar los métodos de los padres, maestros o profesores. Si lo hace se le mira con reprobación. Y lo más cercano que hemos llegado para combartirlo es crear simulacros de encuestas en las universidades o plantear una especie de comunicación acertiva en los hogares en la cual los padres reafirman su autoridad. Vivimos bajo sistemas de poder que detestan la educación, la cultura y la gente educada representa para cualquier gobierno una amenaza. Personas que cuestionen, que exijan, trastocan los cimientos del poder y su permanencia. Por lo cual, esa idea de poder patriarcal y de orden jerárquico tiene que ser anulada para que un nuevo hombre logre alcanzar la desmitificación. Ya se han dado unos pasos adelante, la anulación del proveedor y protector tiene que configurar un nuevo estamento. Y creo que debe ser precisamente no establecerlo lo que permitirá lograrlo. Ya la mujer fue liberada hasta cierto punto de su prisión ideológica, pero el hombre no, seguimos presos de los estándares de nuestros roles que no pueden ser cuestionados. Hay mayor resistencia a que los hombres asuman un nuevo rol que a ver a una mujer que asume su vida con mayor libertad. Y no estoy diciendo que un mal es peor que el otro, la mujer paga con su vida muchas veces el precio de esta libertad, pero el hombre por igual ha sido víctima de un sistema opresor que lo obliga a oprimir si no, no es hombre. Por eso mi negación a volver al rito sacramental del patriarcado.
Por lo tanto, a qué me refiero cuando hablo de no establecer un nuevo modelo y un nuevo rito, pues precisamente a que la disolución de las fronteras del género que plantea el movimiento LGBTTQQ, lésbico, gay, bisexual, trasngénero, travesti, queer, questioning por sus siglas nos ofrece ciertas soluciones. No sólo para alcanzar sus propios derechos sino también para toda la humanidad. La misma autora en su novela Sirena Selena vestida de pena trasciende la problemática planteada en su columna. El travestismo de Sirena la/el protagonista de la novela refracta el acondicionamiento de la manera de vestir y comportarse propio del género masculino. No digo que toda la humanidad se convierta en travestis, como dice el refrán: “cada loco con su tema”, pero lo que sí podemos entender de esta propuesta, que es necesario eliminar los roles. Ninguno de nosotros está imposibilitado a realizar una tarea o actividad típica de mujeres y viceversa. Ni una mujer ni un hombre tienen que valer por como la sociedad los necesite, si no por lo que cada uno de ellos aporte de lo que pueden ofrecer según sus capacidades. La ruptura es necesaria y como plantea Santos-Febres, los hombres no quieren crecer para no tener que enfrentarse a la indefinición. Ciertamente, esta es una consecuencia de una sociedad absorbida por el neoliberalismo, por el desencanto, pero no es culpa de nosotros los nuevos, esa fue la enseñanza que recibimos de los que nos antecedieron, es su responsabilidad. Ya es tiempo de que se deje el pugilato ese de decir nuestra juventud está perdida, si recibimos la educación de los que nos precedieron. Y utilizo el ejemplo de la juventud porque me parece el más propio para señalar las causales de la actual violencia y su impacto a través de las (de)generaciones que constituyeron las sociedades actuales.
En lo que sí estoy de acuerdo con Mayra es que es tiempo de construir nuevos seres humanos capaces de aceptar la diferencia como un constituyente del todo, la igualdad no es homogénea, si no se los pruebo ahora matemáticamente en la siguiente igualdad:
(7+3) (2) = (5) (4)
(10) (2) = 20
20 = 20
Como pueden ver en ambos casos el resultado es 20, es el mismo, sin embargo, completamente distinto el uno del otro. El nuevo hombre debe ser verdaderamente consciente de que la diferencia es necesaria y que los fundamentalismos no son infalibles como ya hemos visto. Si las autoridades que nos precedieron fallaron en satisfacer las demandas de un nuevo proyecto de vida para todos, entonces la autoridad debe ser reformada en sí misma para dar paso a toda esta nueva revolución que se enfrenta a otra que aún está inacaba. Debemos reconocer y no a través de pantallas publicitarias o de la boca pa’ fuera que no somos autoridades y luego nos imponemos como tal. A fin de cuentas todos somos estudiantes de una misma escuela que es la vida y ésa siempre al final nos pasa la factura.
Sobre el autor
- Abdiel Echevarría Cabán
- Puerto Rico (1986). Juris Doctor, Universidad de Puerto Rico. B.A. en Literatura Comparada, Universidad de Puerto Rico, Recinto Universitario de Mayagüez. Entre sus publicaciones destacan: Estoicismo profanado (2007), premiado por PEN Club de Puerto Rico y El imperio de los pájaros, (2011). Es columnista de la Revista Cruce y realiza estudios doctorales en Filosofía y letras en CEAPR. Se ha desempeñado como educador comunitario. Varias noches vagó por las calles de algún punto de la isla ofreciendo condones, jeriguillas limpias y pruebas de VIH.
Sobre mi poesía
“Echevarría Cabán reintroduce en el país una poesía indagatoria cuyo realismo imaginativo se encamina hacia una estética experiencial imaginística como posible paradigma de nuestra literatura más actual”
–Alberto Martínez Márquez
"Indudablemente, la poesía de Abdiel Echevarría es un reto a la normalidad de una conciencia tradicional"
–Rafael Colón Olivieri
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