I.
La heroicidad fantasmática o regreso de Constance
A
veces hace falta recuperar el cuerpo entre los escombros del cuerpo… nos
dice la poeta puertorriqueña Nicole Cecilia Delgado. En su afirmación subyace
la presunción de un cuerpo deshecho no sabemos bajo qué condiciones y
circunstancias. Cabría preguntarse si es precisamente el ejercicio de la mirada
constituye la ruina de ese cuerpo, quizás obliterado bajo la invisibilidad de la
significación simbólica se ha entretejido sobre éste. La hiperpresencia de
significantes vacíos[1]
que permiten su materialización, parece decirnos, Delgado, provoca su sepultura,
o en palabras de la poeta lo reduce a escombros. Por ello, cuando un cuerpo se
torna visible, su materialización indudablemente nos arroja al abismo de lo
incierto, a una pérdida del sentido o al menos, eso afirma Judith Butler en su
celebrado ensayo: Cuerpos que importan.[2]
Asimismo, es importante destacar otro de los ensayos de la colección antes
mencionada: Discutir lo real en el
cual Butler problematiza la conceptualización ontológica del género y su
relación con lo que el teórico Slavoj Zizek ha llamado lo real fantasmático,
reflexiones acerca nuestras concepciones de lo real y la ideología provenientes
de lo que Lacan denomina el Orden Real:
La obra reciente de Slavoj Zizek destaca que la
promesa fantasmática de la identidad es un punto de unión dentro del discurso
político y señala el carácter inevitable de la decepción. En este sentido, su
obra abre un camino para concebir las afirmaciones de identidad como sitios
fantasmáticos, sitios imposibles, y por lo tanto, sitios alternativamente irresistibles
y decepcionantes.[3]
El entronque entre la teoría de lo real
fantasmático derivado el sicoanálisis lacaniano y las nociones sobre ideología
de Louis Althusser es pertinente ya que, el filme se construye mediante el
discurso del ser que se forma mediante el acto desear en el estadio de lo
biopolítico. La secuencia fílmica inicia mientras David Gale, profesor de
filosofía y activista abolicionista por la pena de muerte, ofrece una
explicación a sus alumnos de la Teoría de Lacan sobre el deseo y sus
implicaciones políticas y en la vida cotidiana. Suman a este posicionamiento, los
cortes meta-diegéticos, como parte de la construcción discursiva que
interrumpen la secuencia retrospectiva
del testimonio de Gale a la periodista Bitsy Bloom, con imágenes de palabras
que funcionan como significantes sobre política y deseo.
Estos planteamientos son necesarios para problematizar
la figura de la mujer como una anti-heroína fantasmática y su relación con el
cuerpo del delito. The Life of David Gale,
es un filme que supone una recuperación del cuerpo femenino entre los escombros
de su propia muerte y de ese sitio al cual se ha forcluido. Es decir, desde el
afuera en que se concibe su no-identidad bajo la lógica del estado tanatopolítico[4].
Cabe señalar que ese estado tanatopolítico busca proteger el derecho a la vida
mediante una práctica de muerte sobre cualquier otra vida que resulte una
amenaza al cuerpo político. En este sentido como plantea Roberto Esposito el
bíos de ese cuerpo se recorta artificialmente en zonas de distinto valor que
somete a una parte a una violencia destructiva.[5]
El cuerpo de Constance Haroway, la anti-heorína del filme, adviene a la visibilidad mediante el
desplazamiento de la vida. Su desplazamiento biopolítico como referente resulta
en una multiplicación de los significantes en el sitio del referente perdido:
el cuerpo-enfermo de cáncer que simula el delito, para aparecer como uno que
toma la decisión de auto-inducirse a una
eutanasia en el afuera del orden simbólico de la ley. Hay en el desplazamiento
de Constance una resistencia ante su des-valoración. De hecho, el cuerpo
biopolítico de Constance presenta una práctica de la lógica tanatopolítica.
Esposito nos explica, que las prácticas inmunitarias implican la autoaniquilación,
cuando el sistema político de la comunidad se ve gravemente amenazado o
infectado.[6]
Me apropio de estas metáforas militares circunscritas a la tanatopolítica
inmunizadora del nazismo para indicar que sucede similar en las lógicas del
género. En este caso el cuerpo de la mujer ya invadido por el cáncer representa
una amenaza contra sí mismo y como metáfora política contra el estado y su
práctica sanitaria tanatopolítica. El contradiscurso del colectivo
abolicionista parece emular dicha lógica autogenocida para plantear, al menos
estéticamente, una parodia al panopticismo disciplinario del estado sobre los
cuerpos.
Por lo cual, me interesa comprender cuáles
son los significantes que convierten a Constance Haroway en una anti-heroína
fantasmática[7] en
el contexto del estado tanatopolítico y su pertinente relación al feminismo
jurídico de la igualdad. La heroína fantasmática de este filme, Constance
Haroway, ocupa un no-lugar, un afuera que delimita los contornos de la
discusión biopolítica acerca el derecho que monopoliza el estado de dejar morir
o hacer vivir, como lo concibe Michel Foucault en su célebre Historia de la Sexualidad[8].
Su cuerpo, enfermo de cáncer en la sangre (leucemia)[9],
Susan Sontag en, Illness And Its
Metaphors, explica cómo las metáforas asociadas a la enfermedad plantean al
cáncer en el perfil de las anti-heroínas femeninas:
The passive,
affectless anti-hero who dominates contemporary American Fiction is a creature
of regular routines or unfeeling debauch; not self-destructive but prudent; not
moody, dashing, cruel, just dissociated. The ideal candidate, according to contemporary mythology, for cancer.[10]
La sucesión de
descripciones de Sontag son ilustrativas en cuanto a la capacidad de ilustrar a
Constance como anti-heroína-fantasmática. Como consecuencia, esto añade otra
metáfora al campo de significantes que entran en conflicto por afirmar a la
mujer como sujeto de derecho vis á vis
la imposibilidad de materializar al cuerpo sino mediante su cancelación como
significante y amplía las exclusiones constitutivas de una ordenación
eugenésica de la sociedad. Foucault nos dice:
El nazismo fue sin duda la combinación más ingenua y
más astuta –esto por aquello- de las fantasías de la sangre con los paroxismos
de un poder disciplinario. Una ordenación eugenésica de la sociedad, con lo que
podría llevar consigo de extensión e intensificación de los micropoderes, so
capa de una estatización ilimitada, iba acompañada por la exaltación onírica de
una sangre superior; ésta implicaba el genocidio sistemático de los otros y el
riesgo de exponerse a sí misma a un sacrificio total.[11]
El cuerpo enfermo de Constance será el campo
de batalla en el cual la de-valuación de su cuerpo político busca salvarse e
inscribirse en la visibilidad política desde ese afuera que la somete a una
ineludible práctica de la muerte mediante el suicidio. Propongo que dicha
cancelación del cuerpo femenino se produce en su intento de concebirse como
sujeto de derecho ya que, lo que se considera lo real, en el sentido de lo no
simbolizable, siempre se relaciona con una esfera lingüística que autoriza y
produce esa forclusión[12]
y se materializa produciendo y vigilando las exclusiones constitutivas del
orden de lo simbólico. El significante mujer es entonces negado y afirmado en
su exclusión como cuerpo viviente. Sin duda esto es posible, al menos es mi
propuesta, bajo la lógica del derecho de sobre la muerte y el poder sobre la
vida, monopolizado por el Estado al cual se resiste el cuerpo viviente de
Constance Haroway.
Propongo, además, que el filme se
construye a través de un discurso apologético en que el cuerpo femenino deviene
campo de significantes, que establece una dialéctica entre salvaguardar la vida
y validar las fronteras del poder de hacer morir o dejar vivir del Estado, cuyo
resultado es su extinción. Como consecuencia, en términos biopolíticos, paradójicamente,
el movimiento abolicionista de la pena de muerte, reproduce las dinámicas de
poder del Estado tanatológico. ¿Cómo comprendemos dichos supuestos? Para
adentrarnos en el debate que supone, las consideraciones ontológicas de la
mujer se debaten con la episteme tanatológica del estado y las consideraciones
estéticas del discurso narratológico del filme. El asidero en su propuesta
política se crea por medio de la validación del poder estatal sobre el control
de la vida y su reclamo por establecer la excepción en el hacer morir al posible
cuerpo perpetrador del delito mediante el discurso de los derechos humanos.
La fisura que esto provoca, a la luz de
sus implicaciones epistemológicas, basadas en la intervención de una justa
perspectiva de género, queda manifiesta a través del acto en que mujer-activista
se constituye sujeto. Como resultado reta su valor como significante que “no
existe en términos de sujeto de derecho”, sino como campo de batalla por el
control de la vida bajo las lógicas del estado tanatológico. Este acto de
resistencia produce la desestabilización de los significantes que su cuerpo
sostiene y conduce a Constance Haroway a su muerte. La dualidad de
significantes que eclosionan del cuerpo de Constance Haroway suponen siempre la
extinción de un cuerpo enfermo. De hecho, su “catacresis” se viabiliza al
concebir su cuerpo como uno que hay que
extirpar del discurso político. El
cuerpo político de nuestra heroína dialoga desde el imaginario-simbólico de la metáfora
del cáncer y los testimonios. Es el cáncer el último ataque que se libra sobre
el cuerpo de Constance y el detonante de su acto de afirmación en el suicidio.
Constance Haroway, como he señalado, busca
desplazar el poder estatal de hacer morir, en su propio cuerpo enfermo. Un
cuerpo indeseable en nuestro imaginario estético-salubrista. Este acto de
apoderamiento si bien intenta afirmar al cuerpo femenino como sujeto, reproduce
la lógica tanatológica del estado. La meta del control de la vida necesita de
la desaparición del cuerpo indócil y su metáfora equivalente a la enfermedad. El
cuerpo-invadido o enfermo de cáncer de Constance materializa las metáforas
militares del discurso político que Susan Sontag examina en su ensayo Illness And Its Metaphors, estas son las
consideraciones dialécticas entre la ontología de ese cuerpo vivo que subyacen
la epistemología tanatológica.[13]
Sontag nos apostilla lo que me parece el vínculo intrínseco del cáncer de
Constance con las dinámicas reguladoras del cuerpo político desde una
perspectiva de lo real fantasmático:
Other
distortions follow the extension of cancer images in more grandiose schemes of
warfare. As TB was represented as the spiritualizing of consciousness, cancer
is understood as the overwhelming or obliterating of consciousness (by a
mindless It). In TB, you are eating yourself up, being refine, getting down to
the core, the real you. In cancer, non-intelligent (“primitive”, “embryonic”,
“atavistic”) cells are multiplying, and you are being replaced by the non-you. Inmunologists class the body’s cancer cells as
“non-self”.[14]
Este no-ser que describe Sontag nos
recuerda a esa célebre frase de Freud que denominó a la mujer como “un
continente oscuro” y con ello la relegó
a una otredad sobre lo primitivo. Cuando Constance logra afirmar el control de
la muerte y desplazar la autoridad del estado que, se abroga ese derecho de
dejar morir y hacer vivir, detona un acto de resistencia que no encuentra un lugar
en el cual materializarse como discurso vivo. Por el contrario es un
no-discurso, una gestualidad performativa-política, en la cual se avivan los
significantes alrededor del cuerpo enfermo de Constance. En ello se constituye
toda la geografía política de su heroicidad fantasmática. De hecho, el acto del
testimonio fílmico es una afirmación de lo fantasmal de la promesa de la
abolición de la pena de muerte. Es un meta-discurso, un myse en abyme en la narratología del filme. Dos diégesis son
plausibles. El no lugar del testimonio fílmico del suicidio de Constance o la
simulación de su asesinato y violación por Gale y los hechos narrativos en que
la periodista Bitsy Bloom busca esclarecer sobre la muerte de Constance mediante
el testimonio de Gale. En ambos, la figura de Constance es representada desde
el afuera, el exterior fantasmático de su identidad es el significante vacío
que sostiene la narratología del filme. La promesa de su retorno en el discurso
político es la huella o el suplemento derridariano de su muerte. Su inserción
en el discurso nunca se materializa sino por medio de la muerte o su
no-existencia como acto de resistencia política. Su sacrificio le niega su
agencia como sujeto de derecho para ser sacralizada como cuerpo administrado
por el derecho de hacer morir del estado. El desplazamiento de sujeto/estado
reconfigura el binario tanatológico y niega toda una biopolítica del hacer
vivir sin plantear una práctica de la muerte como nos explica Roberto Esposito.
II.
¿Por una estética de la muerte, o una parodia del
panopticismo disciplinario?
Ahora bien, las consideraciones estéticas
o un análisis de forma narrativa del filme sugiere que es sólo por medio del
testimonio que comprendemos el acto político-paródico que propone la simulación
de la violación y asesinato de Constance Haroway; perpetrado su ex-compañero de
trabajo en la Facultad de Filosofía y colaborador en Death Watch, la organización
abolicionista para la cual ambos colaboran, David Gale. Es decir, nos encontramos ante una
reescritura dual de la Apología de
Sócrates encarnada en los cuerpos de David Gale (Héroe) y Constance Haroway
(Heroína) excesivamente disociada a través de los supuestos del sicoanálisis
lacaniano. La construcción del filme es asistido por la biopolítica que
privilegia potenciar la vida en sustitución de la lógica del estado tanatológico.
El filme construye su tesis primordial
sobre el derecho a la vida por medio de parodiar su negación, como es la lógica
del estado tanatológico, y burlar su poder de dejar vivir o hacer morir. Es en
este sentido en que en su conjunto podemos comprender la fórmula política que
plantea. Ahora bien, la parodia al panopticismo disciplinario es a su vez la
afirmación de la implosión de significantes que reinscriben la lógica de la
muerte sobre los sujetos de derecho que la ejecutan. La aparente materialización
del cuerpo femenino-enfermo de la activista y profesora Constance Haroway,
plantea la validación del sistema de la ley del padre en el Orden Simbólico estatal.
Esta mímesis-apologética funciona a modo de parodia del panopticismo
disciplinario de las estructuras sociales o los aparatos de poder del estado,
el cual resulta determinante para inocuizar al sujeto hasta llevarlo a su
extinción. Sin embargo, el acto subversivo de Constance fracasa en su impacto,
ya que reproduce los mitos de la violación en busca de la exaltación del
sacrificio de Gale. Recordemos que todo el filme es la narración testimonial
del caso judicial en espera de la última apelación para eludir la pena de
muerte de Gale. Su rol como anti-héroe
del estado disciplinario moderno perpetúa en su discurso narratológico la
subalternidad de la heroína femenina y reinscribe la ley del padre, la ley del
estado que monopoliza la muerte. De hecho, es Constance la cual desarrolla las
estrategias políticas y Gale es su interlocutor en los debates televisivos
sobre la pena de muerte.
La excesiva visibilidad de Gale, socava la
heoricidad de Constance, es ella el discurso de lo indecible, su cuerpo sólo
habla mediante un acto de violencia contra sí mismo o mediante la recuperación
de su cuerpo enfermo a través del testimonio del vídeo y la narración de Gale.
La performatividad del acto política de Contance recuerda al acto de violencia
inaugural de René Girad.[15]
Es el sacrificio último y necesario para restaurar el estado civil. Sin
embargo, es el mismo estado civil el cual controla el acto de la muerte. La
audacia del sacrificio, aunque le ofrece el chivo expiatorio necesario al mismo
tiempo ofrece la expiación necesaria, como el mismo Girad señala, para
neutralizar la fuerza política de su gestualidad.
Asimismo, las paradojas discursivas, hubiesen
planteado la posibilidad de concebir una heroicidad comunitaria femenina sobre
la base de la ética del cuidado que queda superpuesta o sugerida a lo largo de
la narración fílmica. El filme juega con varios personajes masculinos y
femeninos, es decir indistintamente su género, para mostrar la ética del
cuidado de manera supletoria a la búsqueda de los ideales de la justicia. Es
por esta razón que la figura del Héroe individual resaltada tanto en Gale como
Haroway culminan en tragedia. El acto de sacrificio personal por el colectivo,
no acaba de emancipar las lógicas de la muerte. Tampoco ofrecen un modelo
alternativo y en ello radica su peso trágico.
La tragedia de Constance Haroway al
debatirse entre la extinción de su cuerpo enfermo por causas naturales (el
cáncer) y su deber ético-político construye una heroicidad fantasmática que,
aunque por una parte deja abierto el significante que promete el horizonte
abolicionista, por otra revela su incapacidad para desligarse de las
construcciones sociales en torno a la violencia contra la mujer que constituyen
a la mujer como significante viabilizador de la estructura de la ley patriarcal
o el estado tanatológico. Su intento de manifestarse como sujeto racional se
diluye a través del cuerpo enfermo a punto de extinción como única vía de
escape. En este sentido su heroicidad nos recuerda la heroicidad trágica de la
Tragedia Ática, cual Antígona cuya causa trasciende la ley patriarcal en defensa
de los valores éticos que su cuerpo busca materializar.
El debate entre lo justo y el cuidado de
los seres humanos queda intrínsecamente diluido por la figura de Constance
Haroway, Directora de la organización abolicionista. El cuerpo femenino se
vuelve terreno de batalla por la lucha abolicionista de la pena de muerte y es
la geografía política que aborda. El cuerpo que se plantea, sumamente inconexo
en su representación, aparenta ser asexuado, ético y enfermo. A modo de
metonimia parece representar las contradicciones discursivas del estado
tanatológico. Es un cuerpo cuya amenaza política tiene que ser suprimida. En
ese sentido el acto de apoderamiento de Constance, sumergido en esta lógica
biopolítica, se lanza a la muerte. El punto de entronque entre el análisis
feminista y el estado biopolítico queda sucinto al control de la vida y los
cuerpos que la albergan. La mujer no como sujeto sino como cuerpo vivo es un
terreno por el control de la vida sexual o la reproducción de la vida y el placer.
III.
Conclusiones: El significante abierto del cuerpo del
delito en Constance
En este trabajo he concentrados mis
esfuerzos por dilucidar cuáles son las implicaciones biopolíticas del acto de
resistencia-suicidio de Constance Haroway y su plan para simular su homicidio y
con ello llevar a la pena de muerte a David Gale. Con esto, se materializa lo
que René Girad sugiere sobre la aparición de la comunidad a través de un acto
de violencia en el cual se sacrifica a un inocente. Ambos encarnan el perfil
del anti-héroe moderno. Los teóricos examinados particularmente, Girad y Esposito
nos describen la lógica de la tanatopolítica a la cual responde el
acto-político que podría a primera vista comprenderse como subversivo. La
víctima, para Girad aparece como el bien y el mal, lo pacífico y lo violento;
emerge a la vida que trae la muerte y como muerte que asegura la vida. Esta es
en definitiva la lógica tanatopolítica de los estados modernos. En este sentido
Constance no puede escapar a los significantes que la instituyen como una
otredad. He decidido llamar a su acto de heroicidad, heroicidad fantasmática,
para discutir cuáles son los significantes inaugurales que permitirían la
posibilidad de articular lo político desde lo inmanente que queda del acto de
sacrificio de Constance. Constance es un referente del cual se deslindan
significantes. El referente de un enunciado performativo que se manifiesta a
través de una acción, que requiere y de la cual participa el enunciado
performativo mismo. Su alteridad garantiza un índice direccional y una
des-identificación necesaria para para plantear otra trinchera que reagrupa lo
político. Su cuerpo biopolítico plantea el desplazamiento y con ello supone una
categorización abierta que es su herencia fantasmática. El acto de violencia
discursiva que la deja en la otredad, es el mismo que atrajo nuestra atención y
por el cual se manifiesta su retorno para cuestionar el lugar o el no lugar en
que se debe o puede discutir lo político. A fin de cuentas, las categorías son
la promesa fantamal de la imposibilidad de lo simbolizable por medio de la
identidad. Podríamos plantear que Gale en su excesiva visibilidad es al mismo
tiempo otro fantasma. La herida queda abierta y vivir la contingencia, parece
decirnos la voz de ultratumba de constance, que tenemos que aprender a vivir la
contingencia para articular la oposición política. A fin de cuentas, todos
somos Constance.
[1] Zizek sostiene que el
significante puro, vacío de toda significación semántico es el momento
ideológico, el evento
discursivo
que totaliza una ideología al detener el deslizamiento metonímico de su
significado. Zizek sostiene que estos términos no refieren, sino que actúan
retóricamente para producir el fenómeno que enuncian: […] Judith Butler.
“Discutir lo real” Cuerpos que importan.
A la pág. 293-294.
[3] Butler. A la pág. 269.
[4]
Como se sabe, esta fusión entre lenguaje político y lenguaje biomédico tiene
una larga historia –basta pensar en la milenaria duración de la metáfora del
“cuerpo político” o en los términos políticos de origen biológico como nación o
constitución. Pero el doble proceso cruzado de politización de la vida y la
biologización de la política que se despliega a partir del inicio del siglo XX
tiene otras consecuencias bien diferentes. No sólo porque pone la vida cada vez
más en el centro del juego político, sino porque bajo ciertas condiciones,
llega a invertir este vector biopolítico, sino porque, bajo ciertas
condiciones, llega a invertir este vector biopolítico en su opuesto
tanatopolítico –vinculando la lucha por la vida con una práctica de muerte.
Este resultado estaba ya, de algún modo, implícito en eso que yo he definido
como el paradigma inmunitario de la política moderna, entendiendo por tal la
tendencia, cada vez más poderosa, a proteger la vida de los riesgos implícitos
en la relación entre hombres a costa de las extinción de los vínculos
comunitarios, -como por ejemplo, prescribe Hobbes. Roberto Esposito. Comunidad,
inmunidad y biopolítica. A la pág. 129.
[5]
Ibid. A la pág. 130.
[6] Con la guerra perdida y con los rusos a pocos kilómetros del búnker,
los posibles portadores eran ya todos. Aquí el paradigma inmunitario de la
biopolítica nazi alcanza la cima de su furia autogenocida. Tal como sucede en
la enfermedad autoinmune más devastadora, el potencial defensivo del sistema
inmunitario crece hasta el punto de volverse contra sí mismo. El único
resultado posible entonces es la destrución generalizada. Esposito. A la pág.
152.
[7]
La anti-heroína fantasmática, como he decidido, denominarla para propósitos de
este ensayo responde a las mismas dinámicas de la heroicidad moderna pero
entendida en el marco de las teorías de Butler, Lacan y Zizek. No obstante,
comprendida en el marco de lo real fantasmático. La heroicidad fantasmática es
un punto nodal que designa un principio contingente y de organización abierta
para la performatividad política. La
investidura fantasmática sólo puede invariablemente de la decepción y la
desidentificación. Es en este sentido en que se configura su matiz trágico. La
anti-heroína-fantasmática es en efecto un significante vacío en el cual
colisionan otros para mantener su promesa de horizonte político.
[8]
Se mata legítimamente a quienes significan para los demás una especie de
peligro biológico. Podría decirse que el viejo derecho de hacer morir o dejar
vivir fue reemplazado por el poder de hacer vivir o de rechazar hacia la
muerte. Michel Foucault. Historia de la
sexualidad. Tomo I. A la pag. 167.
[9] To describe a phenomenon as a cancer
is an incitement of violence. The use of cancer in political discourse
encourages fatalism and justifies “severe” measures –as well as strongly
reinforcing the widespread notion that the disease is fatal. While disease
metaphors are never innocent, it could be argued that the cancer metaphor is a
worst case: implicitly genocidal. Susan Sontag. Illness and its metaphor. A la pág. 84.
[12]
Lo que se considera lo “real”, en el sentido de lo no simbolizable, siempre se
relaciona con una esfera lingüística que autoriza y produce esa forclusión y
logra ese efecto produciendo y vigilando una serie de exclusiones
constitutivas. Butler.
A la pág. 293.
[13] Hobbe’s view is anything but
fatalistic. Rulers have the responsibility and the ability (through reason) to
control disorder. For Hobbe’s murder (“external violence”) is the only
“natural” way for a society or institution to die. To perish from internal
disorder –analogized to a disease –is suicide, something quite preventable: an
act of will or, rather, a failure of will (that is, of reason). Sontag. A la pág. 78.
[15] En su papel de agente
diferenciador, la víctima subrogada logra salvar a la comunidad de la violencia
final y destructiva de todos contra todos. Logra a su vez distinguirse, para
los demás, como el objeto del deseo, el mismo que pasa a ser imitado y
consagrado en el ritual. Luis Felipe Díaz. Modernidad, postmodernidad y
tecnocultura. A la pág. 310.
No hay comentarios:
Publicar un comentario