para papi
Cuando te cuente
de mi dolor, no trates de consolarme. Hay cosas que necesitan estar rotas para
seguir viviendo. No trates de diagnosticar un trauma. Freud ha dejado de
preguntarse si esto es un ápice de la libido y siempre luce más hermoso
encanecido en las palabras ardientes de Lacan. Los poetas nacen enfermos,
estamos enfermos de belleza, encontramos belleza en las vísceras dispersas de
un perro atropellado en el pavimento. Comenzamos a recordar su vida, a
preguntarnos ¿qué fue de su vida a la intemperie? A veces te veo en la sonrisa
temerosa con que reciben la muerte. Hay algo que se traza en una historia que
no puede repararse. Hay dolores que nos acompañan hasta la felicidad y se
acuestan con uno. Uno nunca olvida los ojos opacos, de pescado muerto, cuando
la vida se escapa. Ese fue tu último recuerdo y tu última lección. Así te
fuiste entre mis brazos pelando con la vida. Me tocó a mí arrullarte la muerte
cuando debiste arrullarme de niño perdido entre oscuridades. Al menos uno de
los dos supo de arrullo. Aprendimos a vivir en la indefensión, contra la cárcel
ausente que llevamos en los barrotes del cuerpo. Cuando te cuente de mi dolor
déjame con mis pestes un rato. No dejes que me joda, pero huele la oquedad de
esta peste ardiente. A ti también te toca. Cuando te cuente de mi dolor, no
trates de consolarme, hay cosas que necesitan estar rotas para seguir
viviendo…
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