Aquella niña seguía mirándolo después de que acabara de filmar la escena. La mirada inquieta y curiosa permanecía fija sobre el camarógrafo y cierto lío de cables que le servía para recargar la batería de su cámara. Habían pasado varios minutos después del bombazo. La niña podía escuchar una trasmisión satelital entre cortada por la estática en que CNN y BBC denunciaban el espectáculo como un festín de coliseo romano para su audiencia. Analistas comentaban el conflicto con serenidad, la misma serenidad con que las naciones intentaban sancionar a Israel.
La niña, claro está no pensaba en eso, se rascaba los muslos y la cabeza casi en cuclillas como sólo los infantes saben hacerlo. Olía un poco de la sangre que comenzaba a brotar de su pequeña frente empolvada con los residuos de los escombros. Tenía un sabor a tierra en la boca, era el polvillo de la nube de arena en la que se perdió su madre con su hermano menor minutos antes. La imagen todavía circundaba inestable su pequeña cabeza… recordaba que su madre le gritaba algo… ¡Corre! y algo más que no entendía. La niña confundida intentó correr hasta su madre. Ella negaba como el gesto que hacía cuando la regañaba. Pensó que intentaba espantarla como a un perro, después sobrevino la explosión, el ruido que no la dejaba dormir por las noches, pero más cerca.
El camarógrafo se percató de su presencia, la niña intentó decirle algo, el hombre no hablaba la lengua de la pequeña. “I am sorry little girl. I don’t understand you. Go away and look for your mother!” Aquella última palabra le sonó familiar, otros como él se la habían mencionado antes y la familiaridad del sonido le brindó confianza. Se acercó y haló de su pantalón. Se escucharon gritos a lejos. El remanente del fuego ardía sobre las ruinas de una casa.
Los soldados se movían desconcertados. La niña aún esperaba que el camarógrafo -hecho un lío mientras trataba de salvar su equipo- la levantara en brazos como otros reporteros que habían visitado su casa. Sin embargo, el hombre se sentía incómodo con la presencia de la niña. Otra explosión se escuchó a lo lejos y varios tanques apuntaban en dirección a unos hombres que huían desesperados.
Una vez se disipó el humo que había filmado minutos antes, el camarógrafo pudo ver el cuerpo de la mujer extendido como si quisiera atrapar al bebé que llevaba en brazos y que yacía unos metros más adelante. Notó que le faltaban las piernas, dedujo que ella debía ser la madre de la niña que tenía al lado. Él decidió continuar su camino sobre la arena ardiente sin inmutarse. La niña permaneció mirando el cadáver de su madre. En la noche CNN transmitiría en primicia las imágenes.
La niña, claro está no pensaba en eso, se rascaba los muslos y la cabeza casi en cuclillas como sólo los infantes saben hacerlo. Olía un poco de la sangre que comenzaba a brotar de su pequeña frente empolvada con los residuos de los escombros. Tenía un sabor a tierra en la boca, era el polvillo de la nube de arena en la que se perdió su madre con su hermano menor minutos antes. La imagen todavía circundaba inestable su pequeña cabeza… recordaba que su madre le gritaba algo… ¡Corre! y algo más que no entendía. La niña confundida intentó correr hasta su madre. Ella negaba como el gesto que hacía cuando la regañaba. Pensó que intentaba espantarla como a un perro, después sobrevino la explosión, el ruido que no la dejaba dormir por las noches, pero más cerca.
El camarógrafo se percató de su presencia, la niña intentó decirle algo, el hombre no hablaba la lengua de la pequeña. “I am sorry little girl. I don’t understand you. Go away and look for your mother!” Aquella última palabra le sonó familiar, otros como él se la habían mencionado antes y la familiaridad del sonido le brindó confianza. Se acercó y haló de su pantalón. Se escucharon gritos a lejos. El remanente del fuego ardía sobre las ruinas de una casa.
Los soldados se movían desconcertados. La niña aún esperaba que el camarógrafo -hecho un lío mientras trataba de salvar su equipo- la levantara en brazos como otros reporteros que habían visitado su casa. Sin embargo, el hombre se sentía incómodo con la presencia de la niña. Otra explosión se escuchó a lo lejos y varios tanques apuntaban en dirección a unos hombres que huían desesperados.
Una vez se disipó el humo que había filmado minutos antes, el camarógrafo pudo ver el cuerpo de la mujer extendido como si quisiera atrapar al bebé que llevaba en brazos y que yacía unos metros más adelante. Notó que le faltaban las piernas, dedujo que ella debía ser la madre de la niña que tenía al lado. Él decidió continuar su camino sobre la arena ardiente sin inmutarse. La niña permaneció mirando el cadáver de su madre. En la noche CNN transmitiría en primicia las imágenes.
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